Agenda Cultural UdeA - Año 2006 NOVIEMBRE | Página 6

ISBN 0124-0854
N º 127 Noviembre de 2006
El grupo sale purificado y fortalecido de ese baño de caos . Se ha sumergido en sí , en la entraña misma de donde salió . Dicho de otro modo , la fiesta niega a la sociedad en tanto que conjunto orgánico de formas y principios diferenciados , pero la afirma en cuanto fuente de energía y creación . Es una verdadera recreación , al contrario de lo que ocurre con las vacaciones modernas , que no entrañan rito o ceremonia alguna , individuales y estériles como el mundo que las ha inventado .
La sociedad comulga consigo misma en la fiesta . Todos sus miembros vuelven a la confusión y libertad originales . La estructura social se deshace y se crean nuevas formas de relación , reglas inesperadas , jerarquías caprichosas . En el desorden general , cada quien se abandona y atraviesa por situaciones y lugares que habitualmente le estaban vedados . Las fronteras entre espectadores y actores , entre oficiantes y asistentes , se borran . Todos forman parte de la fiesta , todos se disuelven en su torbellino . Cualquiera que sea su índole , su carácter , su significado , la fiesta es participación . Este rasgo la distingue finalmente de otros fenómenos y ceremonias : laica o religiosa , orgía o saturnal , la fiesta es un hecho social basado en la activa participación de los asistentes .
Gracias a las fiestas el mexicano se abre , participa , comulga con sus semejantes y con
los valores que dan sentido a su existencia religiosa o política . Y es significativo que un país tan triste como el nuestro tenga tantas y tan alegres fiestas . Su frecuencia , el brillo que alcanzan , el entusiasmo con que todos participamos , parecen revelar que , sin ellas , estallaríamos . Ellas nos liberan , así sea momentáneamente , de todos esos impulsos sin salida y de todas esas materias inflamables que guardamos en nuestro interior . Pero a diferencia de lo que ocurre en otras sociedades , la fiesta mexicana no es nada más un regreso a un estado original de indiferenciación y libertad ; el mexicano no intenta regresar , sino salir de sí mismo , sobrepasarse . Entre nosotros la fiesta es una explosión , un estallido . Muerte y vida , júbilo y lamento , canto y aullido se alían en nuestros festejos , no para recrearse o reconocerse , sino para entredevorarse . No hay nada más alegre que una fiesta mexicana , pero también no hay nada más triste . La noche de fiesta es también noche de duelo .
Si en la vida diaria nos ocultamos a nosotros mismos , en el remolino de la fiesta nos disparamos . Más que abrirnos , nos desgarramos . Todo termina en alarido y desgarradura : el canto , el amor , la amistad . La violencia de nuestros festejos muestra hasta qué punto nuestro hermetismo nos cierra las vías de comunicación con el mundo . Conocemos el delirio , la canción , el aullido y el monólogo , pero no el diálogo . Nuestras