ISBN 0124-0854
N º 119 Marzo de 2006
Dos ficciones de Pablo Montoya Campuzano
Obra desconocida
Una clandestina biografía del genio de Salzburgo, encontrada en alguna de mis incursiones bibliotecarias, decía que el músico, apenas salido de la audición del Miserere de Allegri, en la Capilla Sixtina, se había topado con un grupo de teatreros ambulantes denominado La Papaya Rajada, y que el tremendo frenesí de esa compañía, ataviada estrambóticamente y proveniente de lejanas tierras, fue tal que el muchacho de largos cabellos rubios no pudo negarse a la bulliciosa invitación que los disfrazados hacían a una fiesta de dimensiones inimaginables. La música sacra todavía sonaba en la cabeza del adolescente, pero su plan variaba. No iría de inmediato a terminar de copiar los angelicales cantos de los dos coros a nueve voces, para así practicar un buen ejercicio de memoria musical, porque la presencia de enloquecidos ritmos y de sincopadas y sugestivas melodías desprendidas de la comparsa callejera lo había embargado de un obsesivo entusiasmo.
El grupo de la fruta partida, cuenta el libro, llegó a su continente de origen con la experiencia de la Europa ilustrada y un grueso cuaderno pautado que el jovencito, pintado de pies a cabeza, les obsequió después de haberlo escrito de un solo tirón, mientras la fiesta culminaba en un tabuco inundado de fragores percusivos. Sin embargo, la singular composición fue sólo vista por los histriones, ya que el cuaderno se perdió durante el atropellado viaje de regreso que la compañía hizo de Cartagena de Indias a San Pelayo, pueblo donde estaban establecidos. En la dedicatoria de esa obra desconocida, según el autor de la anécdota, el artista daba fe de que era la mejor y más original de cuantas había compuesto en sus catorce años de vida.
Anecdotario musical( Fragmento)
(…) leí en la página 360: ― Ultima anécdota: de la relación existente entre el genio de Salzburgo y el pueblo de San Pelayo ‖. Por curiosidad empecé a leer. Alguna vez, antes de llegar a este hospital, estuve allí. Quise comprobar si el San Pelayo de la historia correspondía al que yo conocí. Por un