ISBN 0124-0854
N º 119 Marzo de 2006
Entre partituras y ecuaciones
Por César Alejandro Soto Posada
Puedo escuchar cómo el tema de cada obra musical surge, de forma tenue en sus adagios, de forma imponente en sus allegros, en su réquiem, cómo nace magistralmente en medio del lamento de los instrumentos; puedo percibir cómo esta magia que sólo puedo sentir, sin poder explicar claramente con mis finitas palabras se apodera de mí, esta magia que surge cuando escucho cualquiera de sus obras, y es cuando me rindo ante su encanto, porque simplemente sé que es Mozart.
No puedo clasificar en unos pocos renglones toda esta grandeza musical, aquella personalidad, aquella gran obra que se constituye a su vez de grandes obras individuales, como el Concierto para piano No 23 K 488, la célebre Sinfonía No 40 de la cual todos conservamos el tema del primer
movimiento, que se reconoce claramente primero en las cuerdas, y luego en todos los instrumentos que lo claman al unísono, también de sus óperas como Don Giovanni y el monumental Réquiem K 626, que aunque inconcluso no deja de ser una de sus mayores creaciones.
Podemos acaso pensar como Proust, quien dice que un artista posee en su vida una gran obra y que las demás componen el preludio de ésta. No me puedo imaginar en Mozart la elección de una obra única como una gran obra y por el contrario, quiero pensar que todas sus obras constituyen realmente, su gran obra, y que las piezas individuales componen aspectos particulares,