ISBN 0124-0854
N º 123 Julio de 2006 alcanzar la profundidad sin alcanzar la verdad. Los colores son la expresión de esta profundidad en la superficie, ascienden desde las raíces del mundo”. Así, del mismo modo que la naturaleza manifiesta su verdad a través de las formas coloreadas, igualmente a través de sus formas coloreadas el cuadro debe manifestar la sustancia poética que lo nutre. El cuadro es, pues, el resultado del conocimiento y de la emoción al mismo tiempo, organizados por el artista en la imagen. El objetivismo impresionista, confiado esencialmente al registro puro de las impresiones, queda a un lado. En Cézanne hay meditación, hay reflexión interior:“ El paisaje se humaniza, se refleja y piensa en mí”. Tiene una clara conciencia del problema:“ Yo soy la conciencia subjetiva de este paisaje y mi lienzo es la conciencia objetiva. Mi tela y el paisaje, la una y el otro fuera de mí, pero el segundo caótico, casual, confuso, sin vida lógica y sin ninguna racionalidad; la primera, duradera, categorizada y partícipe de la modalidad de las ideas”.
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moderno de la autonomía del arte: el cuadro es un ente en sí, con leyes absolutamente propias. Por otra parte, esa nueva realidad no niega las relaciones de origen, sino que las confirma. Y esto es así porque en Cézanne la creación nunca es un mero hecho especulativo, como ya tiende a serlo en algunos casos en Seurat. Cézanne quiere que el cuadro viva con vida propia, quiere que sea autónomo, que no exista más que por la fuerza de la pintura y que en él no se mezcle la literatura, la música ni tan siquiera la ciencia. Pero, al mismo tiempo, sabe que la obra no puede vivir si no ha sido generada por todas las potencias del artista en unión con las potencias del mundo real:“ Cada pincelada que doy es como un poco de mi sangre mezclada con sangre de mi modelo, en el sol, en la luz, en el color. Debemos vivir de acuerdo mi modelo, mis colores y yo”. La vía