Agenda Cultural UdeA - Año 2006 FEBRERO | Page 25

ISBN 0124-0854
N º 118 Febrero de 2006 una enfermedad, explicada por la pérdida del uso de la razón, la cual es sustituida por la creencia desmesurada en la intuición o en la fantasía. El sujeto a quien le sucede pierde la noción habitual del tiempo, tan claramente explicada desde la antigüedad por Heráclito— el oscuro— como un río que fluye, y el espacio se llena de colores en torno suyo, pero sólo ante sus ojos. Desde entonces, para él todo suceso es maravilloso y no hay nada insignificante en este mundo de la existencia, al que ve a través del prisma de lo fantástico o sentimental.
En mi caso particular, sentí que estaba rodeado por una multitud que me hablaba en silencio, cuyas palabras congeladas tenían la facultad de decirlo todo, siempre y cuando mis ojos fueran hacia ellas para reanimarlas durante el instante de una conversación que ellas aprovecharían para entrar en mi memoria, y, desde allí, transformarlo todo en mí.
La mujer que atendía nos explicó que se trataba de un servicio especial de la Biblioteca Pública Piloto a la comunidad, por medio del cual nos brindarían la posibilidad de prestar un libro cada semana. En consecuencia, deberíamos escoger el primero de ellos y llenar los datos personales en el formulario de inscripción.
Busqué en los estantes, inmerso en la intuición de que entraba en un laberinto de múltiples dimensiones, cuyos corredores eran
senderos o direcciones del tiempo donde, desde todos los lugares, venía una multitud de voces y ecos de voces que me hablaban en silencio o me hablarían, porque no llegaba el sentido de sus discursos sino la masa amorfa de su imagen acústica como una promesa futura. Digo ahora que a mi búsqueda la obsedía ese sueño o esa intuición porque no sé si realmente lo sentía en ese momento o si ha sido una fantasía que se ha ido fraguando a partir del instante en que un libro de gran formato y pasta dura, con sobrecubierta azul, se hizo el más visible entre la multitud y su voz surgió clara en la masa de silencio: Libro de los viajes de Marco Polo, ilustrado por un caballero montado en su cabalgadura blanca con traje medieval, cabalgando en una pradera ubicua.
Tomé el volumen y me lo llevé a casa, pero ni siquiera lo abrí durante los ocho días. En el recreo del miércoles siguiente, como no lo había leído, quise renovar el préstamo, pero tampoco en los ocho días siguientes lo leí. Tal vez el solo título me lo dijo todo, tal vez el caballero blanco de la pasta me fue suficiente porque entregué el libro sin leerlo, como no lo he leído en los treinta años siguientes. En su lugar sentí el llamado de otro volumen titulado Ana Karenina, del que leí unas cuantas páginas; recuerdo la escena ocurrida en un salón de la Rusia tolstiana en que se dice:“ Ana Karenina se ruborizó al verlo entrar”, por la fascinación que me produjo el término“ ruborizó”. En el momento de leerla desconocía su significado, era la primera vez