Agenda Cultural UdeA - Año 2006 FEBRERO | Page 24

ISBN 0124-0854
N º 118 Febrero de 2006
Era la mañana de un miércoles o jueves de 1967. No llovía, pero sé que era una mañana fresca. En ese tiempo los días de verano eran frescos en las colinas altas del valle. Alguien llegó hasta el salón. Don Bernardo, que era un muchacho recién egresado de la normal de varones, suspendió la clase por un instante para atenderlo, después entró de nuevo y nos llamó a Cardona y a mí. Nos llevaron hasta la puerta de la escuela, donde había una fila en torno de un bus que estaba parqueado afuera, frente al parque de La Milagrosa. A esa clase de buses los llamábamos“ neveras”, por la forma de sus carrocerías. Este era de color azul. cuatro. Quienes habían entrado, salían después con libros en las manos. Muy poco había tratado yo con libros hasta entonces: conocía bien el libro Coquito, por él me había iniciado en el sueño de un perro San Bernardo como el que— en la portada— cuidaba del niño lector, y había releído“ Las aventuras del pollito mentiroso” del libro La alegría de leer; pero nada más. Estaba en esa fila en torno del bibliobús sólo porque me habían escogido. Tal vez no tenía ninguna expectativa en particular, pero cuando me vi en el interior, algo sucedió en la atmósfera de la biblioteca móvil o algo produjo esta atmósfera en mi ánimo, hasta el punto de partir mi vida en dos.
Una muchacha morena, nariz de poma y
labios gruesos, atendía desde la puerta del
bus. Nosotros íbamos subiendo en grupos de
Una antigua creencia de los creadores de fantasías suele escoger un instante y un suceso baladíes, asociados a una atmósfera particular, como los elementos propios para el tránsito de la vida común al reino de la magia, al mundo de lo inexplicable por la razón humana. Algo así les sucedió a seres tan disímiles como Odiseo y Alicia, como Simbad el marino y Bastián Baltazar Bux. Es muy posible que, mirado desde otros puntos de vista, se trate de