ISBN 0124-0854
N º 120 Abril de 2006 de los nacionalistas . Las Conversaciones respiran vitalidad , generosidad , cordialidad , buen gusto y exquisitez . Es verdad que a veces surge un Goethe achacoso e hipocondríaco ( el escritor tenía 75 años cuando Eckermann lo encuentra ). Pero , en general , lo que el lector halla , en esos diálogos que se deslizan a lo largo de los últimos nueve años de Goethe , es un organismo fuerte y animoso . Incluso , para Eckermann , Goethe en el lecho de muerte sigue conservando un vigor y una lozanía envidiablemente juveniles . Cree uno encontrar , en esas conversaciones , entre otras cosas , una especie de Werther feliz porque ha superado los fantasmas del suicidio y la vejez y la peligrosa inclinación por las mujeres ajenas . Un Goethe , en fin , que comprueba en cada página lo que Fausto exclama al comenzar la segunda parte de la tragedia : “ Tú también , tierra , has sido constante en esta noche , y alientas reviviendo otra vez a mis pies , ya empiezas a rodearme de nuevo de alegría ; mueves y excitas una decisión poderosa , de esforzarme constante a la vida más alta ...”
Y es que el Goethe de la superación y la resistencia , el de la perseverancia del espíritu ante los embates destructores del tiempo y de la naturaleza es acaso el que une el libro de Eckermann con la segunda parte del Fausto . En una de las conversaciones , Goethe le confiesa a su joven amigo : “ Mi vida no ha sido otra cosa que fatiga y
trabajo , y puedo asegurar que en los 75 años que llevo en el mundo habré gozado cuatro semanas de una dicha propiamente tal . Mi vida ha sido el constante rodar de una piedra que quería siempre volver a erguirse ”. Cómo no afirmar que es ésta una de las mejores expresiones de la felicidad burguesa en la historia de la literatura . Un espíritu , complejo y vasto como el de Goethe , imbuido de felicidad por cuatro semanas . Dichoso de poder observar las piedras , la luz y los huesos humanos . Feliz de poder escribir poesías de viaje y amor admiradas por infinidad de lectores . Dichoso de poder escuchar a un niño prodigioso proveniente de Salzburgo , llamado como él — Wolfgang —, tocando el clavicordio como sólo lo tocan los dioses . Feliz de poder ir al teatro y gozar de una excelente actuación donde los valores humanos se enaltecen antes que envilecerse . Dichoso , por último , de poder vivir cuatro semanas donde no se entrometa la desgracia de los afectos ni la enfermedad de los sentidos . Pero , creámosle al Goethe de Eckermann y sepamos que todo lo que hizo en su longeva vida estuvo zarandeado por los fantasmas de la inercia . Esos fantasmas que siempre atropellan la pretendida felicidad del burgués .