Agenda Cultural UdeA - Año 2005 MARZO | Page 30

ISBN 0124-0854
N º 108 Marzo 2005 provocado una aparente, tal vez real, merma en la capacidad de movilización de las mujeres en torno a las reivindicaciones feministas, por más que, paradójicamente, éstas tengan más apoyo que nunca en la población femenina. Por ejemplo, el consenso entre las mujeres sobre las demandas de igual salario, medidas frente a la violencia o una política de guarderías públicas es, prácticamente total. Pero resulta difícil, por no decir imposible, congregar bajo estas reivindicaciones manifestaciones similares a las que se producían alrededor de la defensa del aborto en los años setenta( de hecho, sólo la posible puesta en cuestión del derecho al propio cuerpo en los Estados Unidos de 8ush ha sido capaz de concitar de nuevo marchas de cientos de miles de personas). Sin embargo, como decíamos, esto no implica un repliegue en la constante lucha por conseguir las reivindicaciones feministas. Aparte de la imprescindible labor de los grupos feministas de base, que siguen su continuada tarea de concienciación, reflexión y activismo, ha tomado progresivamente fuerza lo que ya se denomina feminismo institucional. Este reviste diferentes formas en los distintos países occi dentales: desde los pactos interclasistas de mujeres a la nórdica( 7)- donde se ha podido llegar a hablar de feminismo de Estadoa la formación de grupos de presión, hasta la creación de ministerios o instituciones interministeriales de la mujer, como es el caso en España, donde en 1983 se creó como organismo autónomo el Instituto de
la Mujer. A pesar de estas diferencias, los feminismos institucionales tienen algo en común: el decidido abandono de la apuesta por situarse fuera del sistema y por no aceptar sino cambios radicales. Un resultado notable de estas políticas ha sido el hecho, realmente impensable hace sólo dos décadas, de que mujeres declaradamente feministas lleguen a ocupar importantes puestos en los partidos políticos y en el Estado. Ahora bien, no puede pensarse que este abandono de la " dernonización " del poder no reciba duras críticas desde otros sectores del feminismo, y no haya supuesto inclusive un cambio lento y difícil para todo un colectivo que, aparte de su vocación radical, ha sido " socializado en el no poder ". En este contexto institucional también cabe destacar la proliferación en las universidades de centros de investigaciones feministas. En la década de los 80, la teoría feminista no sólo ha desplegado una vitalidad impresionante, sino que ha conseguido dar a su interpretación de la realidad un status académico. En definitiva, los grupos de base, el feminismo institucional y la pujanza de la teoría feminista, más la paulatina incorporación de las mujeres a puestos de poder no estrictamente políticos- administración, judicaturas, cátedras... y a tareas emblemáticamente varoniles-ejército y policía-, han creado un poso feminista que simbólicamente se cierra con la Declaración de Atenas de 1992. En esta, las mujeres han mostrado su claro deseo de firmar un nuevo contrato social y establecer de una vez por