ISBN 0124-0854
N º 117 Diciembre 2005 el orador no puede impedir que mi tío el menor suba a la tribuna y abra los discursos con una oración que es siempre un modelo de verdad y discreción . Dura tres minutos , se refiere exclusivamente al difunto , acota sus virtudes y da cuenta de sus defectos , sin quitar humanidad a nada de lo que dice ; está profundamente emocionado , y a veces le cuesta terminar . Apenas ha bajado , mi hermano el mayor ocupa la tribuna y se encarga del panegírico en nombre del vecindario , mientras el vecino designado a tal efecto trata de abrirse paso entre mis primas y hermanas que liaran colgadas de su chaleco . Un gesto afable pero imperioso de mi padre moviliza al personal de la funeraria ; dulcemente empieza a rodar el catafalco , y los oradores oficiales se quedan al pie de la tribuna , mirándose y estrujando los discursos en sus manos húmedas . Por lo regular no nos molesta . hasta la bóveda o sepultura : sino . ' que damos media vuelta y salimos todos juntos , comentando las incidencias del velorio . Desde lejos vemos cómo los parientes corren desesperadamente para agarrar alguno de los cordones del ataúd y se pelean con los vecinos que entre tanto se han posesionado de los cordones y prefieren Llevarlos ellos a que los lleven los parientes .
Este texto está en el libro Historias de Cronopios y de Famas , 1962 , Editorial Alfaguara . Fue tomado de internet , literatura argentina contemporánea http :// www . literatura . or ~ Cortazar / Conducta . html