ISBN 0124-0854
N º 117 Diciembre 2005
Por Julio Cortázar No vamos por el anís , ni porque hay que ir . Ya se habrá sospechado : vamos porque no podemos soportar las formas más solapadas de la hipocresía . Mi prima segunda , la mayor , se encarga de cerciorarse de la índole del duelo , y si es de verdad , si se llora porque llorar es lo único que les queda a esos hombres y a esas mujeres entre el olor a nardos y a café , entonces nos quedamos en casa y los acompañamos desde lejos . A lo sumo mi madre va un rato y saluda en nombre de la familia ; no nos gusta interponer insolentemente nuestra vida ajena a ese diálogo con la sombra . Pero si de la pausada investigación de mi prima surge la sospecha de que en un patio cubierto o en la sala se han armado los trípodes del camelo , entonces la familia se pone sus mejores trajes , espera a que el velorio esté a punto , y se va presentando de a poco pero implacablemente . En Pacífico las cosas ocurren casi siempre en un patio con macetas y música de radio . Para estas ocasiones los vecinos condescienden a apagar las radios , y quedan solamente los jazmines y los parientes , alternándose contra las paredes . Llegamos de a uno o de a dos , saludamos a
los deudos , a quienes se reconoce fácilmente porque lloran apenas ven entrar a alguien , y vamos a inclinarnos ante el difunto , escoltados por . algún pariente cercano . Una o dos horas después toda la familia está en la casa mortuoria , pero aunque los vecinos nos conocen bien , procedemos como si cada uno hubiera venido por su cuenta y apenas hablamos entre nosotros . Un método preciso ordena nuestros actos , escoge los interlocutores con quienes se departe en la cocina , bajo el naranjo , en los dormitorios , en el zaguán , y de cuando en cuando se sale a fumar al patio o a la calle , o se da una vuelta a la manzana para ventilar opiniones políticas y deportivas . No nos lleva demasiado tiempo sondear los sentimientos de los deudos más inmediatos , los vasitos de caña , el mate dulce y los Particulares livianos son el puente confidencial ; antes de media noche estamos seguros , podemos actuar sin remordimientos . Por lo común mi hermana la menor se encarga de la primera escaramuza ; diestramente ubicada a los pies del ataúd , se tapa los ojos con un pañuelo violeta y empieza a llorar , primero en silencio , empapando el pañuelo a un punto increíble , después con hipos y jadeos , y finalmente le