ISBN 0124-0854
N º 109 Abril 2005
El Quijote y Cervantes:
400 años
Cabalgando juntos
Por Madeleine Rodríguez Pernas
La Mancha, en la región española de Castilla, se enjuga una lágrima de nostalgia. Su más ilustre ciudadano, un legendario caballero sin más realeza ni escudo que su pasión ilimitada por impartir justicia aún a costa de su lucidez, abandonó sus lares hace ya 400 años para cabalgar ubicuamente por quién sabe cuántos millares de caminos en busca de molinos convertidos en gigantes o de ínsulas perdidas en su rumbo a las que es menester gobernar con menos leyes y más sentimientos. Desde que emergiera de la fértil imaginación de Miguel de Cervantes, Don Quijote no se ha desmontado aún de su cabalgadura ni ha perdido la lealtad de su fiel Sancho, todo un paradigma de confianza, ingenuidad y condescendencia de quien es, más que un escudero, el amigo entrañable que todos anhelamos para nuestros sueños y andanzas. y es que la obra cumbre de la literatura
castellana dejó de ser patrimonio de la península ibérica a fuerza de proponer valores universales que la inmortalizan, y abordar con sus tropos e inverosímiles y simpáticos episodios problemas que todavía hoy laceran el corazón del mundo, a pesar de los cuatro siglos que nos separan de la concepción de la historia del espléndido personaje de marras. Aun así, a Alonso Quijano todavía los viles no le reconocen la venia y la prestancia que merece su gallardía a toda prueba en un planeta en el que unos cuantos remontan las distancias en limosinas que, desde la bajeza de su falso esplendor, miran con envidia a la magra cabalgadura del hidalgo caballero andante, conscientes-no obstante su supina ignorancia de que jamás llegarán a estar ni siquiera a la altura del pasto que consumía el menesteroso rocín. A principios del lejano año de 1605,