Agenda Cultural UdeA - Año 2004 DICIEMBRE | Page 33

ISBN 0124-0854
N º 106 Diciembre 2004 fijando el cauce del río, siendo mayor su número en la ribera derecha para separar la hoya del Vichada de la del Muco que no dstan mucho entre sí. En aquellas sabanas se hallan por todas partes carnnos, que dan a comprender el gran número de indios que por ellos transi tan para ir del alto Vichada a Orocué o a las poblaciones indígenas del Meta. El día 14 llegamos a Cariney, pueblo de unos 80 habitantes situado en la ribera derecha, compuesto de indígenas Guahibos, Achaguas y Piapocos. Aunque los componentes de este pueblo pertenecen a tribus distintas que antes tenían idioma, usos y costumbres y prácticas religiosas diferentes, hoy han adoptado el idioma y género de vida de los Guahibos. Circulaba entre aquellos indígenas el rumor de que el Gobierno de Colombia había dado orden de dar muerte a todos los indios hasta exterminarlos, noticia que habían recibido de los peones de algunos hatos de las riberas del Meta y que los tenía alarmados y resueltas a abandonar las riberas del Muco para ir a poblar en las regiones más retiradas hacia el interior. Si bien estas noticias son propagadas con el solo fin de intimidar a los indios para que no frecuenten los hatos del Meta donde son temidos, siempre ocasionan un mal porque hacen aumentar la des confianza y el odio que el indio tiene al blanco y que puede dar funestos resultados para las poblaciones y hatos del Meta, para los viajeros y para las misiones que más tarde se establezcan. Tratamos de convencer a los indios de lo
contrario, asegurándoles que el Gobierno sólo quería su bien y nunca su exterminio, que en prueba de ellos nos había enviado en comisión a aquellos lugares para visitados, lIevarles algunos obsequios, conocer el número de poblaciones indígenas y saber los lugares donde estaban situadas para enviarles después misioneros; con estas razones se dieron por satisfechos y manifestaron que abandonaban toda clase de temores. Algún emisario llevó a Cariney la noticia de nuestra llegada y los indios con el fin de proporcionarse provisión de carne y de obsequiarnos con parte de ella, emprendieron una excursión de caza en la que la suerte les fue propicia con el hallazgo de dos dantas. A poco de hallarnos en el pueblo, llegaron varios indios cargados de carne; a la vista de tan apetitosa provisión, el pueblo, que parecía dormido se despertó: todos iban y venían en distintas direcciones; cada cual hacía el oficio que se le había señalado, los chicos saltaban de placer y todos gritaban dando órdenes para organizar los trabajos; pronto las columnas de humo que se levantaban de-Ios techos, anunciaron que en las distintas casas se habían encendido sendas hogueras para preparar la carne. El yaraque( 1 1 no faltó para completar la función, porque siendo una bebida embriagante hizo entusiasmar pronto la reunión. Comieron y bebieron hasta la saciedad, refirieron sus hazañas en la cacería, los músicos con sus carrizos o jibobos, entonaron sus aires musicales y el baile empezó con toda animación; en este estado de bullicio y solaz