Agenda Cultural UdeA - Año 2004 DICIEMBRE | Page 30

ISBN 0124-0854
N º 106 Diciembre 2004 pedidos de "¿ puede vendernos unos huevos?", la mujer nos contestaba, " No hay '; ¿ tiene un pollo?, " No hay ';' ¿ alfalfa para las bestias?, " No hay '~ El sirviente de mi acompañante, que había sido soldado alguna vez y que como ellos carecía de escrúpulos, procedió sin más a cortar la alfalfa, que crecía en abundancia en el sector, y a matar un pollo de la docena que merodeaba por allí, pese a la insistente resvisto el Chimborazo y otras cumbres and ~ nas, su majestad se empequeñece y se vuelven nada más que montículos. En una de las quebradas que se abrían cientos de pies hacia dentro se podía ver una casa levantada en una pequeña planicie, junto con su pequeña siembra de maíz y una vaca paciendo, todo lo cual se juntaba para formar un cuadro asombroso de alegre soledad y retiro. No se podía entrever ningún acceso a dicho lugar, que probablemente había sido elegido como protección contra los abusos de la soldadesca en sus marchas ocasionales por el campo, las cuales son tan destructivas como las plagas de langostas egipcias. El aire era deliciosamente tibio y agradable después del caluroso y pestífero clima de Guayaquil. Y cuando el mugir del ganado que parecía pastar muy lejos vino hasta la colina, la imaginación me llevó de regreso a mi país, y regresé a la choza, sumido en los gratos recuerdos de los amigos que dejé atrás y de las sonrientes colinas de mi tierra natal. Pero un potaje humeante y un voraz apetito son enemigos de todo sentimentalismo; y pronto me puse a discutir acalorada mente acerca del sabroso plato que
nos servian. Una sopa Sterne habría sido más de nuestro gusto, pero estábamos demasiado cansados para recibir esta gracia, incluso si hubiéramos tenido unas hermosas campesinas francesas para bailar en vez de la vieja bruja de nuestra huésped. Habiéndonos asegurado que no debíamos temer por ninguna manta blanca, nos acostamos dispuestos a recompensar toda la falta de descanso de la noche anterior. Al alba de la mañana siguiente, el termómetro indicaba 52 ° F La distancia que había desde Punta Blanca a este lugar era de seis leguas; nos había tomado diez horas el cubrirla, lo que puede dar una idea de cuán malos eran los caminos. puesta no hay. Pero cuando nuestra huésped vio y palpó con sus manos una moneda de un dólar, las cosas cambiaron repentinamente. Fue toda presteza: arrancó la hierba ella misma, bajó corriendo a otra choza que estaba más abajo en busca de unos huevos, y ayudó a nuestros sirvientes a capturar al pollo. Cuando el pollo, las papas y los huevos estuvieron en la olla, se hicieron arreglos para la cena, fui al borde de la colina para admirar el paisaje; y lo hice así porque, amante como soy de las bellezas de la naturaleza, las disfruto más cuando estoy seguro de que no me iré a la cama hambriento, después de haber tenido un viaje agotador. El sol justo estaba ocultándose; y, cuando el velo de vapor que siempre oculta las tierras bajas, empezó a levantarse, logré ver rápidas imágenes de planicies distantes, y pude por un momento seguir el curso del río. El panorama era muy hermoso. Las colinas cercanas