ISBN 0124-0854
N º 93 Octubre 2003 naciones. Se está produciendo así un aumento de las iniquidades: el porcentaje de pobres se incrementa cada día, en tanto que la riqueza se acumula vertiginosamente en pocas manos. Para ello no importa que el modelo aplicado para conseguir el llamado desarrollo atente contra la conservación de los recursos de la Tierra, que se ponga en riesgo la supervivencia de las nuevas generaciones, que se exterminen los bosques, que se agote el agua, que se contaminen el aire y los océanos, que se hombre ocupó los espacios en nuestro planeta y que dio como resultado una prodigiosa diversidad semejante a la de una gema tallada en innumerables facetas, está en proceso de homogenización, se erosiona adquiriendo una opacidad que, f si no ponemos hoy los medios para impedirlo, dentro de poco ya no será posible distinguir esas originalidades que definen nuestra identidad. Hace ya algún tiempo se empezó a sentir la urgencia de estudiar el porqué de las desigualdades entre los países y el fracaso de
disminuya velozmente la biodiversidad. Hasta hoy no se han adoptado seriamente los compromisos internacionales que tratan de menguar los efectos de un desarrollo inarmónico que ataca la naturaleza. Pero los efectos perversos de la aplicación generalizada del modelo no sólo se ven en la naturaleza o en el agotamiento de los recursos, sino en el ataque contra la cultura y la diversidad de visiones, de cosmovisiones del hombre sobre la Tierra. Esa riqueza, que derivó de las diferentes maneras como el
los esfuerzos realizados sobre todo por los organismos internacionales para conseguir el desarrollo y la equidad. A comienzos de 1970 la UNESCO favoreció una reflexión que tuvo especiales repercusiones en América Latina, pues se cuestionaron de manera vigorosa los modelos que se habían aplicado provenientes por lo general de instituciones que con una visión esencialmente pragmática, no habían logrado modificar las circunstancias profundamente injustas en las que se desenvolvían los pueblos del continente. En