ISBN 0124-0854
N º 94 Noviembre 2003 las islas perdían, en parte, su papel de arte mural de la Nueva España y se convertían en el espacio abierto para el tráfico intenso hacia México. Efectivamente, muy pronto se vería la estela de pabellones americanos surcando los mares y llenando las bahías. En otro ámbito, la región ofrecía a la mirada curiosa un complejo mosaico cultural, cosmopolita, en el que era evidente el bullicio, la algarabía y la vitalidad de los habitantes, en contraste, afirmaban algunos, con la melancolía de la población mexicana. De hecho, en las islas el cuadro social ofrecía una variedad sorprendente de mezclas. Ingleses, franceses, judíos, negros, mulatos y orientales deambulaban por ellas. Ese cuadro mostraba también otra gama: la de los oficios, entre los que había comerciantes, plantadores, soldados. estibadores y misioneros, por citar un número reducido. Desde sus puestos de observación, fijos o flotantes, los ojos de los viajeros percibieron la imagen de un mundo vivo, mutable; una zona de interacción donde se vivía un proceso sostenido de transculturación, de intercambios. Al lado, el mar quieto como un espejo, revuelto y atemorizante, o azul luminoso, está presente en todos los testimonios: el mar omnipresente, el mar que es uno y diverso, en el que las islas comparten, ellas mismas, espacios heterogéneos. Los territorios de esas islas, a veces minúsculos, van dibujando los contornos de una identidad que el mar une y divide simultáneamente. En varios de los escritos encontramos referencias a las fortificaciones bien construidas y acertadamente dispuestas en esa región, tan codiciada por los poderes imperiales. Fuertes y hermosas, impresionaron sin duda a esos visitantes que dedicaron páginas a dichos testigos, símbolos de piedra y cal distribuidos en la primera línea de muchas de las islas-de Cuba a Granada- que recorrieron, o alcanzaron a divisar en su paso presuroso por las aguas antillanas. Las fortalezas, con sus grandes cañones sobre las murallas, les muestran la importancia que España dio a esta parte de sus reinos, si bien no escapa a esas miradas agudas que los tiempos iban cambiando y que la defensa de la estratégica región del Caribe, a finales del siglo XIX, no se sustentaba ya en la.