ISBN 0124-0854
N º 91 Agosto 2003 conversación, en ninguna fiesta es conveniente decir a qué se dedica uno, pues casi inmediatamente escuchará: " Yo tengo un librito de poemas, y quizás, sin compromiso, me podrías dar una opinión..". Además, los poetas tienen la mala costumbre de creer que para escribir como Rimbaud, hay que portarse como él. Y cuanto más raros, excéntricos y delirantes sean, mayor será la calidad de su obra. Mis experiencias fueron diversas: un poeta paranoico entró a mi oficina blandiendo en una mano un amenazador paraguas, y en la otra una carta en la que se me responsabilizaba de todas las desgracias de la moderna literatura antioqueña en caso de que su libro saliera con errores; un depresivo, casi con lágrimas en los ojos, me culpó de haberlo dejado publicar su libro, el cual en su concepto, todavía estaba inmaduro. Un obsesivo casi me obliga a mudarme de apartamento, pues resultamos ser vecinos, y cada mañana, antes de salir, tenía que realizar las más absurdas maniobras para escapar de su constante asedio. Y aquí sólo menciono a quienes se les aprobaron los libros. Pues también tenemos los eternos rechazados e incomprendidos, quienes peregrinan de editorial en editorial con su libro bajo el brazo, maldiciendo la raza de los editores. La situación con ellos puede ser patética y dolorosamente humana. Recuerdo a una señora a quien Dios, en el cerro Nutibara, le dictó la parte final de la Biblia-sólo hasta ese momento me enteré de que estaba incompleta-; y una colega tuvo que perder toda una
mañana deletreando palabras de elevada complejidad como: COCO, MAT A ante una obstinada maestra que había desarrollado un innovador método de alfabetización. Después de lo anterior, lo más increíble es que uno termina amando el oficio. Cuando abandoné la Editorial para dedicarme a la docencia, pensé que por un buen tiempo no querría saber nada de pruebas, impresiones previas, cubiertas, tipos de letra o diseños, que me había salvado por fin de la angustia de no tener ejemplares impresos para el día de la presentación de la obra, de los ceños fruncidos de los autores convencidos siempre de que su libro está demorado. Pero no, editar, más que una profesión, es una enfermedad, y mi sueño sigue siendo hacer un pequeño catálogo con autores bien seleccionados, y en cada ejemplar publicado poder escribir, en una pequeña nota debajo del colofón: " Este libro no contiene eratas ".
Óscar Montoya fue editor de la Editorial de la Universidad de Antioquia y actualmente se desempeña como docente en la Facultad de Comunicaciones de la misma Institución.