ISBN 0124-0854
N º 86 Abril 2003
El libro ha sido apoyo y soporte durante siglos y las bibliotecas, su recinto por definición, parecen entregadas al olvido. Una mirada crítica
L os sistemas educativos, a lo largo de la historia, han valorado de manera muy diferente y variable las formas de transmisión del conocimiento. Sócrates, el educador por excelencia del mundo antiguo, prefería la comunicación oral, que permitía estilos de diálogo que llevaban al estudiante a descubrir, dentro de sí mismo, las formas del conocimiento. En nuestra época, muchos educadores han considerado que los medios audiovisuales ofrecen la mejor herramienta educativa: que como decía un jesuita del siglo XVII, se usan " muchos libros cuando habrían bastado las imágenes ". Sin embargo, desde la
Grecia antigua hasta hoy, la educación se ha apoyado en forma muy estrecha en el libro, en general en firme interrelación con la voz del maestro. Las formas de utilización del libro han variado también a lo largo de la historia: ha sido eje, apoyo, guía, refuerzo, referencia, alusión ausente. La civilización cristiana occidental se apoyó desde muy temprano en lo escrito. Aunque Jesús, como Sócrates, no escribió, sus discípulos se apresuraron a poner por escrito sus enseñanzas que, adicionadas a los textos de la tradición judía, conformaron el libro o el conjunto de libros por excelencia: la Biblia. El islamismo, el judaísmo y el cristianismo han sido, en sentidos similares, aunque con importantes diferencias, culturas del libro, con la Biblia, el Corán, el Talmud.
Por ello no sorprende que en la Edad Media la escuela convirtiera el texto escrito en máxima