Agenda Cultural UdeA - Año 2002 SEPTIEMBRE | Page 2

De Dinamarca a

Cundinamarca

Carlos Piegari *
ISBN 0124-0854
N º 82 Septiembre de 2002
Castillo de Kronborg( Tomado de: Jonathan Rutland, Visitando Dinamarca, Ed. Molino, Barcelona, 1975)
En este artículo, el autor hace un recuento de historia política latinoamericana, para luego centrarse en la relación entre nuestro continente y los países nórdicos, como vía para analizar qué tan real es la posibilidad de aplicar modelos de la democracia social escandinava para enfrentar problemas de la América mestiza
Depredación y dependencia A partir de la Conquista, se subordinó el subcontinente latinoamericano a la depredación y la dependencia. Estos dos conceptos construyeron el sentido ontológico del la“ americanidad”. La conciencia colonialista fue estructural para el sistema que se originó después. Un vivir descentrados, aislados y expoliados, empezando siempre de nuevo, desarrolló una constante sensación de miedo y desengaño. Miedo a que todo lo malo regrese y desengaño de los porvenires prometidos en vano. Teniendo en cuenta tanto devenir“ interrumptus”: ¿ De qué América Latina hablamos cuando mentamos nuestro territorio? ¿ De la de los aztecas, incas, araucanos y guaraníes? Deberíamos atrevernos a preguntar también: ¿ Quiénes se independizaron a partir del siglo XIX? La respuesta: los herederos criollos de los Pizarro y Cortés, que después de ciento
cincuenta años de residencia en el“ paraíso” habían reducido a los setenta millones de originales que poblaban estas tierras a menos de la décima parte. Teniendo en cuenta estos números, es como si la Revolución Francesa la hubieran protagonizado inmigrantes marroquíes y chinos, porque los franceses estaban todos muertos. Así de simple. Desde el siglo XV se comenzó a llamar América a algo que nunca guardó el menor vestigio de lo que antes se estaba desarrollando aquí como proyecto humano. Fue un invento mal parido, porque nació sepultando lo que ya estaba en acto. Hoy las democracias latinoamericanas no están en decadencia, porque nunca se consumaron y jamás lograron el porcentaje de sustancia suficiente como para que hablemos de corrupción. Lo inacabado no se corrompe, simplemente nunca llega a ser.