ISBN 0124-0854
N º 83 Octubre de 2002 identidad – con la vulgata de un marxismo para el que la clase media no existe, pues las únicas clases con existencia social son la burguesía y el proletariado: así también los jóvenes resultan impensables en su identidad social, y son reducidos a mera transición entre los dos grupos de edad cuya existencia es reconocida socialmente, es decir los niños y los adultos. La sociología en este país, según lo muestra claramente un estudio reciente del Centro de Investigación y Educación Popular, CINEP i, ha tendido a no mirar el fenómeno jóvenes sino desde el punto de vista de los violentos, de los delincuentes, de los rebeldes, o mejor de los desviados sociales, esto es, a criminalizar la figura social de la juventud. La antropología, por su parte, continúa con una visión de la adolescencia como espacio de los ritos de paso entre la infancia y la adultez. Y en un país en el que no hay antropología urbana – aunque hay inicios de antropología en la ciudad, no hay antropología de la ciudad ii – la tendencia dominante es la de una concepción monoteísta de la identidad, étnica, fuerte, nítida, desde la que resulta imposible identificar lo juvenil hoy.
Lo que tenemos entonces, con alguna excepción, es un acercamiento al mundo de la juventud básicamente preocupado por la violencia juvenil, por lo joven-violento: pandillas, bandas, parches, asociados al lumpen, al sicariato, a la guerrilla, etc. Lo que nos devela que la preocupación de la sociedad no es tanto por las transformaciones y trastornos que la juventud está viviendo, sino más bien por su participación como agente de la inseguridad que vivimos, y por el cuestionamiento que explosivamente hace la juventud de las mentiras que esta sociedad se mete a sí misma para seguir creyendo en una normalidad social que el desconcierto político, la desmoralización y la agresividad expresiva de los jóvenes están desenmascarando. Y, en segundo lugar, también preocupa a la sociedad el desajuste de los jóvenes con las instituciones escolar y familiar, compendiado en la obsesión de que en los jóvenes se están perdiendo los valores, que estaríamos ante una juventud " sin valores ", preocupación de corte moralista, incapaz de comprender, de dar cuenta de la transformación que los valores están atravesando: del porqué hay valores que se pierden y de cuáles son los que se ganan, los que se han gastado y los que se recrean, porque en todo caso donde se están acabando los valores no es entre los jóvenes, sino que ellos están haciendo visible lo que desde hace tiempo se ha venido pudriendo