ISBN 0124-0854
N º 84 Noviembre de 2002
A menos de que haya un cambio radical en la especie, que por el momento ni siquiera se avizora, la convivencia nunca carecerá de conflictos. Pero, aun así, podemos aprender, gracias a que tenemos la capacidad de razonar, aunque no siempre la utilicemos. Y el raciocinio nos llevará a darnos cuenta de que la opción de la violencia es hoy – en un mundo donde los conflictos se extienden como el fuego en un bosque seco, y las armas son devastadoras en una escala antes inimaginable – un anacronismo peligroso. Del convencimiento de que en nuestro mundo la opción de la violencia es demasiado costosa y sus consecuencias finales impredecibles, surgirá la necesidad de dialogar. Pero para que el diálogo sea efectivo como sustituto de la violencia, antes tendremos que aprender a escuchar, lo que no tiene nada que ver con sentarse en una mesa a intentar imponer sobre el otro los propios puntos de vista.
Sólo en ese momento – cuando comprendamos que la violencia es demasiado costosa, que hay lugar en la Tierra para más de un punto de vista, y que el diálogo es un intercambio de ideas y no una imposición de las mismas – podremos evitar la tentación de la violencia. Y únicamente entonces podremos acceder al lado positivo de los conflictos: la generación de un cambio que lleve a una mejoría para todos. Porque la paz no es la ausencia de conflictos, sino el ambiente en que estos se resuelven a través del uso de la primera y última herramienta humana: la palabra.
Dada la importancia del tema, en este mes la revista Agenda Cultural Alma Máter desea brindar a sus lectores textos con diferentes miradas sobre el tema, con el fin de motivar la reflexión sobre otras formas de resolución de conflictos; esto es, con el fin de estimular un diálogo sobre la necesidad del diálogo.