ISBN 0124-0854
N º 84 Noviembre de 2002 editorial
Sería un despropósito hablar de la paz sin hablar antes de la violencia. Si, como se nos dice a menudo, la mayoría de los seres humanos sólo quieren vivir en paz y buscar la felicidad, ¿ por qué no ha existido un solo momento en la historia humana sin un conflicto violento en alguna parte del mundo? Hobbes decía que“ el hombre es un lobo para el hombre” y el significado de la expresión es claro. Pero, de hecho, la violencia humana es tan compleja y completa, que se comete una verdadera injusticia con el pobre animal, pues a un lobo jamás se le ocurriría maltratar a sus cachorros o a su pareja, mientras que la violencia humana no se limita a la guerra, sino que se extiende a los conflictos entre los habitantes de un barrio, de un edificio, o entre los miembros de una misma familia.
¿ Cuál es el encanto de la violencia? ¿ Por qué nos resulta tan difícil alejarnos de ella? Quizá debamos buscar la respuesta en la dificultad de la convivencia. Cada uno de nosotros, los seres humanos, es distinto; cada uno tiene diferentes metas y aspiraciones. Y éstas suelen chocar, pues con mucha frecuencia el mayor obstáculo para nuestros propios deseos son los deseos ajenos.
Cuando tal choque se da, la violencia resulta para muchos de nosotros una respuesta muy atractiva. ¿ Por qué? Simplemente porque es eficaz. Con contadas excepciones, a la fuerza física sólo puede oponérsele eficazmente otra fuerza física mayor. Si un hombre patea a un niño en la calle, ¿ cuál es la mejor alternativa? ¿ Intentar razonar con él o llamar a la policía?
El problema con la violencia es que no es un argumento. Quien gana una guerra o una pelea, no gana porque tenía la razón, sino porque tenía más recursos para el combate o los supo emplear mejor. Por eso, las causas que en principio generaron un conflicto violento, la mayoría de las veces sobreviven al desenlace de la guerra o pelea, dado lo cual generarán después nuevas guerras o peleas.
El problema de la violencia se hace aún más delicado cuando los seres humanos comprendemos que, históricamente, ya no podemos seguir dándonos el lujo de resolver nuestros conflictos con balas o patadas. El costo, simplemente, es demasiado alto, como demuestran las guerras del siglo que acaba de morir. Por primera vez, la humanidad entera se acerca a la comprensión de que vivimos en un ambiente cerrado, en un único planeta, en una casa común donde las peleas en un cuarto se extienden a los cuartos vecinos y hacen imposible la vida.