Agenda Cultural UdeA - Año 2002 MAYO | Page 36

ISBN 0124-0854
N º 78 Mayo de 2002 centenar de intérpretes, que ejecutó en conciertos, actos académicos y religiosos, las mejores páginas de la polifonía clásica mundial y las obras que él y sus discípulos componían para el coro. Por eso, junto con la Coral Palestrina de Cali, dirigida por el maestro Antonio María Valencia, el Orfeón Antioqueño sembró la simiente de los conjuntos vocales del país.
Bravo Márquez fue asimismo director de la Escuela de Música del Instituto de Bellas Artes de Medellín, donde se formaron muchos grandes músicos, tanto aficionados como profesionales.
La composición musical iba paralela a sus otras labores culturales. Escribió música coral, de cámara y religiosa, así como comentarios sobre obras humanísticas y literarias. Su Sinfonía de los Andes para orquesta, piano, coro y solistas, compuesta como un homenaje al Padre de la Patria, contiene en su primera parte un tema del folclor de las llanos y termina con un gran himno a la libertad de América.
El maestro intervenía frecuentemente en las celebraciones del culto religioso. Por ejemplo, en la Semana Santa en el templo de los padres franciscanos, en las procesiones del Corpus Christi y del Sagrado Corazón de Jesús, y en la festividad de la Virgen del Carmen en el convento de las madres carmelitas en El Poblado.
El maestro recibió múltiples reconocimientos. La Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín le hizo entrega de la " Medalla al civismo ", la Universidad de Antioquia le concedió la " Medalla al mejor profesor ", y el Gobierno Nacional le entregó la " Cruz de Boyacá " en 1947.
La obra del maestro Bravo Márquez continuó difundiéndose por todo el ámbito local y traspasó las fronteras del departamento. Viajó con su Orfeón por muchos pueblos y ciudades de Antioquia y Colombia, divulgando la música coral y la cultura, antes de que la muerte lo sorprendiera un Domingo de Resurrección, el 13 de abril de 1952, cuando estaba en la población de Apía, participando con el Orfeón en la celebración de la Semana Santa.
Por todo esto, Bravo Márquez no sólo debe ser considerado como un gran cantor del amor-al estilo de Francisco de Asís de quien decía ser discípulo-, sino que su obra debe ser interpretada como resultado de la una gran pasión, todavía más dramática y hermosa, si consideramos que transcurrió en un medio difícil que valoraba más lo económico que lo cultural.