ISBN 0124-0854
N º 76 Marzo de 2002 editorial
Hoy es algo tan frecuente oír hablar de la lucha por los derechos de la mujer, que a muchos
nos deja del todo indiferentes. El problema, quizá, es que se habla de esa lucha como de algo que sucedió en el pasado. Hoy hay mujeres en puestos ejecutivos, con carreras y doctorados, e inclusive hay algunas que se lanzan como candidatas a la presidencia. Pero no siempre fue así. Hace un siglo la valía de la mujer era medida, exclusivamente, con la vara del bienestar de sus hijos y su esposo. Fueron algunas contemporáneas de nuestras abuelas quienes abrieron la puerta para que las cosas cambiaran. Lo hicieron utilizando desde métodos convencionales, como demostraciones de protesta; hasta otros sorprendentes, como disfrazarse de hombres – con bombín y mostacho – para poder asistir a clase y demostrar que nada tenían que envidiarle en capacidad a sus compañeros masculinos.
Podríamos decir que con la lucha por los derechos de la mujer sucede lo mismo que con la campaña libertadora. Ambas fueron luchas brillantes, trascendentes y difíciles, de las cuales todos nos beneficiamos hoy … Pero como la mayoría de nosotros no las vivimos, pensamos que no tienen cabida más que en los libros de historia.
Sin embargo, lo cierto es que la lucha por los derechos de la mujer no ha terminado aún. Aunque en las leyes la mujer tenga hoy iguales derechos que el hombre, falta mucho por hacer; no sólo para garantizar que se cumplan en la práctica esos derechos que tan difícilmente se han ganado, sino también en áreas mucho más abstractas, que tienen que ver más con el individuo que con las reglamentaciones sociales.
Para ver en qué podría consistir hoy la lucha femenina hay que recurrir al análisis de la historia de la cultura. Desde tiempos remotos el hombre ha sido identificado socialmente con la cultura y la mujer con la tierra. La razón primordial es, aparentemente, muy sencilla. Se necesita tiempo libre para crear cultura, y mientras que el hombre cazador disponía de él, la mujer tenía que ocuparse de los niños, la casa y la cocina … Mientras el hombre volaba, la mujer limpiaba.