ISBN 0124-0854
N º 77 Abril de 2002 por la escritura lo único que permite soportarla. Pero en cualquier caso es una elección voluntaria, y, por tanto, digna siempre de respeto pero nunca de lástima.
Además, las recompensas de escribir son muchas, al menos tantas como hay costos por pagar. Hay dos tipos de recompensas: las exteriores y las interiores. Las externas son fáciles de visual izar: un lector nos dice que encontró en nuestra obra algo que lo conmovió profundamente, o alguien en quien creemos catalogó un libro nuestro como una obra de arte. Más allá de eso está el reconocimiento o la fama, inclusive puede suceder lo más improbable: alcanzar la meta quimérica de poder vivir de los derechos de autor... Poderle dedicar la vida entera a nutrir la propia obra, ¿ qué más podríamos pedir?
Pero las recompensas exteriores, por más importantes que sean, tienen un grave inconveniente: dependen de alguien más que nosotros mismos y, por tanto, nos pueden hacer caer en la trampa de intentar adaptar la obra al gusto general. ¿ Qué le queda entonces al escritor? ¿ Qué puede sostenerlo durante años y años de duro trabajo? Precisamente lo único que tiene: la obra misma.
Si una obra es honesta, si pusimos en ella todo lo que podíamos poner, siempre da frutos. Toda obra transforma a quien la escribió. El universo de quien escribe se expande con cada nueva línea, la conciencia de las propias posibilidades se incrementa con cada tilde, los límites personales se hacen más difusos con cada párrafo... y estos frutos no dependen de la aceptación de otros;
para alcanzarlos ni siquiera es necesario publicar( esto es, " hacer público ").
Sólo cuando el crecimiento interior precede al reconocimiento externo, puede una obra superar las limitaciones personales de su autor y acercarse a lo universal. Éste es el punto a partir del cual un escritor puede alcanzar el triunfo mayor al que puede aspirar: alcanzar la categoría de Maestro Artesano; un título sacado del vocabulario medieval y que no significa otra cosa que ser un experto en el manejo de las herramientas del oficio.
Dado que la herramienta es la palabra, y la palabra es capaz de explicar este universo y crear otros nuevos, ¿ no es acaso el título de Maestro Artesano de la Palabra el mayor honor al que puede aspirar un ser humano?