ISBN 0124-0854
N º 77 Abril de 2002 no cree que, parodiando a García Márquez, haya que sacar callo en las nalgas a punta de escribir varias horas diariamente, sino que basta simplemente con escribir cuando la inspiración está de buenas y nos visita. Eso sí, las horas que otros emplean en escribir, él las emplea en ser visto en los sitios apropiados y en hacer amistades bien seleccionadas. Lo más interesante es que sí hay recompensa para este tipo de comportamiento: aparte de las fotografías en las páginas sociales, gracias a sus contactos consigue publicar con frecuencia... Lo único que deja mucho que desear es la calidad de la obra, pues fue escrita en los sobrantes de tiempo que deja tan intensa vida social.
El triunfo del escritor
Se ha dicho muy a menudo que los escritores
son seres egocéntricos. Nada más cierto. El escritor vive para su obra y, como tal, es un ser que cabalga entre dos mundos: uno, el universo real, donde transcurre su vida cotidiana; y otro, el universo imaginario, donde encuentra su razón de ser: la fuente de donde mana a ramalazos la creatividad. Cabalgar entre dos mundos es, al mismo tiempo, la recompensa y la carga del escritor. Recompensa porque su espectro de experiencias es mucho más rico que la simple realidad; carga, porque puede conducirlo a la neurosis y a
aislarse de los seres que le rodean.
Sin embargo, no todo es tragedia en la vida del escritor, ni mucho menos. Existe un cierto mito que considera a los escritores como mártires de las letras, cuando lo cierto es que nadie escribe por estar sometido a una fuerza que su voluntad sea incapaz de vencer. Es verdad que entre el escritor y la escritura existe una relación de pareja conflictiva: algunas veces la comunicación fluye y las horas pasan volando; otras veces la relación es difícil y es Precisamente el amor