Agenda Cultural UdeA - Año 2002 ABRIL | Page 13

El Réquiem de Berlioz
ISBN 0124-0854
N º 77 Abril de 2002
El Réquiem de Berlioz
Por Pablo Montoya Revista Universidad de Antioquia, número 248, abril-junio 1997. amás el bueno de Berlioz se hubiera imaginado que su célebre Réquiem, tal como él lo había concebido, sería tocado 127 años después de su muerte, en coliseo deportivo ultramoderno, acompañado de juegos de luces espectaculares y patrocinado por las más importantes empresas oficiales y privadas de Francia. El músico habría llorado de feliz emoción al ver, por fin, la enorme orquesta, el monumental coro interpretando la gran Misa de los muertos Opus 5, ante un auditorio, también soñado, de 10.000 personas. Y en París, la ciudad que, en el fondo, nunca creyó en el excéntrico creador de la Sinfonía Fantástica.
La vida de Berlioz estuvo signada siempre por la carencia económica. Por lo tanto, pedirle al Réquiem holgura es un verdadero desatino. Las cosas, siguiendo esa dirección, comenzaron mal. Un tal monsieur Gasparin, del Ministerio del Interior, conde medio enamorado de la música, deseoso de que Francia tuviera tan buen repertorio religioso como lo tenían desde hacía siglos los italianos y los alemanes, ofreció 3.000 francos para la escritura de una misa o un oratorio. Berlioz padecía entonces el rechazo de las autoridades musicales de la ciudad luz. Demasiado bulloso, decían, y sus
experiencias con la tímbrica orquestal más que deleites que llaman porvenir de la música, se percató de la " caimanera '' que era el ambiente sonoro de París.
En todo caso al conde se le ocurrió pensar que el indicado era Berlioz, y éste, que andaba con frenéticos deseos de desbaratar el universo y componerlo, no vaciló. Además no olvidemos los 3.000 francos, un benéfico descanso en la vida a deuda del músico. Después de una audiencia donde no hubo espera ni trámites burocráticos, sino buena comunicación y confianza mutua, el músico salió dichoso con el decreto oficial en el bolsillo. Él y nadie más sería el compositor de esa misa. Para no caer en los terrenos de la novelería, mejor oigámoslo: " Una vez armado de mi decreto, me metí en la obra. El texto del Réquiem era para mí una presa codiciada desde hacía tiempo..., y sobre la cual me lancé con furor. Mi cabeza parecía desfallecer ante el esfuerzo de mi pensamiento agitado. El plan de movimiento no estaba esbozado, cuando el siguiente se presentaba. En la imposibilidad de escribir tan rápido, opté por signos taquigráficos..., que me fueron de gran auxilio... En consecuencia, escribí esta obra con una rapidez asombrosa y sólo mucho tiempo después, le hice pequeñas modificaciones." Son los años en que Berlioz tiene el amor un poco envolatado. El matrimonio le había