Agenda Cultural UdeA - Año 2001 MAYO | Page 11

Un cuento de Alfredo Bryce Echenique
ISBN 0124-0854
N º 67 Mayo de 2001

Manongo

Sterne había escuchado esa copla que, ahora, por razones encarnadas en piedra y camino, había reemplazado por completo la forma en que lo hacía sufrir la Rapsodia de Rachmaninov sobre un tema de Paganini. La escuchó muy de paso y por la radio, de la misma manera en que el tema de Paganini lo escuchó la primera vez únicamente como música de fondo de una historia de amor en el cine. Después ese tema fue una obsesión y después fue lo que requetefué: el miedo al dolor y el dolor del miedo, el sentimiento del amor cuando éste se muere en Europa y uno es el adolescente herido en la platea de un cine y es James Mason bajo el ala de un sombrero, tumbado de dolor en una perezosa desparramada en la cubierta de un trasatlántico, y el mar y el cielo son azules en el Mediterráneo y el infinito se ha quedado para siempre con estrellas y Moira Shearer.
Primero, pues, fue la película con una música de fondo, y después el disco fue el fondo de las historias que teje un muchacho de catorce o quince años y un poco

HACIENDO POR OLVIDARLA

Un cuento de Alfredo Bryce Echenique

menos también. Se precisó, se concretó brutalmente la música y la película se volvió su historia, casi su telón de fondo.
Y ésta sería para Manongo la única forma de explicar cómo pasó de escuchar, así de paso en una radio y al correr la aguja por el dial, a alguien que estaba haciendo por olvidarla. Pero sonó duro, sonó real, mas era breve la copla y ya se había ido hasta su eco de dolor aquí del todo adentro. Haciendo por olvidarla: ese vago recuerdo que mucho no duró.
No, no duró mucho y hay que saber por qué. Hay que saber que Manongo hacía por olvidarla porque Tere,
yéndose para siempre, cata que es para siempre, Manongo, sobre todo tú que naciste chambón, torpe, negado para olvidar( la), la negación del olvido hecha Grandes fatigas dobles( que cantara en tu pleno dolor, en tu pleno haciendo por olvidarla, el maestro del cante José Menese, aquel cantaor fornido como el pueblo que era el suyo, con aquel cogote de toro y roble, sí, aquél que, porque era realmente popular en su ser y estar, sólo se atrevió a decir ante los dos mil años de cultura de la pintura genial de Pablo Picas so, cuando al pobre lo llevaron a verla por primera vez en su vida: « Yo sólo sé que eto e como lo jondo de la pintura »), cata un MG rojo y tan pero tan visible, hirientemente descapotable, descubierto para que tú descubrieras la crueldad de nadie que se la llevó para siempre, sin poder decir ni siquiera que fue la maldad y atenuar así la pena y dejarla, con muchísima suerte, sólo en tristeza.
Y los grandes amores, siempre que se van para siempre, dicen cosas hediondamente prácticas, cosas de gran sentido común, dicen algo que nada tiene que ver con el que se queda catando un MG rojo, por