ISBN 0124-0854
N º 65 Marzo de 2001
Erik Satie: sensible, irónico y desesperadament te inconformista
Por: Beatriz Elena Mejía Mejía
“ No existe el satinismo; si se creara, yo mismo le sería hostil”
Erik Satie
Es difícil imaginar una soledad igual a la que, durante toda su vida, mantuvo Erik Alfred Satie, uno de los compositores y pianistas más incomprendidos de su época. Dotado de una extrema sensibilidad, de una permanente actitud irónica, de un humor desenfadado y de una angustiosa inconformidad, Satie, que se rebeló contra las corrientes estéticas establecidas, tanto académicas como vanguardistas, es uno de los personajes más enigmáticos del mundo de la música.
Siempre fue visto por sus contemporáneos como un ser oscuro, antiacadémico e iconoclasta, lo que, posiblemente, explica el discreto reconocimiento que recibió durante su vida. Fue necesario que transcurrieran varios años después de su muerte para que el mundo entendiera su legado como el de un precursor y el de un compositor fundamental en la historia moderna.
Nació el 17 de mayo de 1866 en Honfleur, localidad de la costa norte de Francia. Sin ningún antecedente artístico en su familia,
Satie demostró, desde muy pequeño, una decidida inclinación por la música. Dos años antes de viajar a París, donde se radicó definitivamente a partir de 1878, tomó clases de música con Vinot, un conocido organista
de sólida formación clásica
. En 1879 ingresó al Conservatorio de París, y, allí, como era de esperarse por ser un alumno brillante, avanzó en el estudio de solfeo y armonía, y se decidió, abiertamente, por el piano, el instrumento al que dedicó la mayor parte de su repertorio musical y con el que se ganó la vida. Sin embargo, ocho años después, al abandonar la institución, confesó, que no sentía ninguna nostalgia por un lugar que, a diferencia de lo que creía la gente, no había despertado en él ni el mínimo afecto, ni la más lánguida pasión.
Aunque resulte extraño para quienes descubren en la música de
Satie su rebeldía, este compositor trasegó por los caminos del goticismo gracias a sus lecturas de Viollet-le- Duc, y del misticismo, de la mano del poeta Contamine de Latour, con quien mantuvo durante varios años una cercana amistad. Estas dos influencias son claramente percibidas en su primera obra históricamente importante, titulada Tres zarabandas, escrita en 1887. Ese mismo año empezó como pianista su vínculo con los cabarets de París, que le dejarían no solamente el escaso dinero para subsistir, sino también algunos amigos y otros muchos enemigos personales e ideológicos. A pesar del ambiente algo sórdido y muy ruidoso de los cabarets, no se reconocen en su obra, durante esta etapa, más que las corrientes místicas y góticas que lo influían. Los sonidos y los ritmos de esos sitios de trabajo se encuentran presentes en sus rebeldes composicioness futuras.
Chat noir fue el primero de estos establecimientos, del que se retiró al poco tiempo, quizás por lo atrabiliario y reservado de su carácter. Luego trabajó en L’ auberge du clou, donde permaneció varios años y donde conoció a Claude Debussy, con quien mantuvo una relación marcada por el