Agenda Cultural UdeA - Año 2001 JULIO | Page 4

ISBN 0124-0854
N º 69 Julio de 2001 buena sociedad que deseamos y la sociedad imperfecta en la que realmente vivimos. Hemos persistido en la esperanza utópica porque fuimos fundados por la utopía, porque la memoria de la sociedad feliz esta en el origen mismo de América, y también al final del camino, como meta y realización de nuestras esperanzas.
Quinientos años después de Colón, se nos pidió celebrar el quinto centenario de su viaje-sin duda uno de los grandes acontecimientos de la historia humana, un hecho que en sí mismo anunció el advenimiento de la edad moderna y la unidad geográfica del planeta. Pero muchos de nosotros, en las comunidades hispano parlantes de las Américas, nos preguntamos: ¿ tenemos algo que celebrar?
Un vistazo a lo que ocurre en las repúblicas latinoamericanas al finalizar el siglo XX nos llevaría a responder negativamente. En Caracas o en la ciudad de México, en Lima o en Buenos Aires, el quinto centenario del“ descubrimiento de América” nos sorprendió en un estado de profunda crisis. Inflación, desempleo, la carga excesiva de la deuda externa. Pobreza e ignorancia crecientes; abrupto descenso del poder adquisitivo y de los niveles de vida. Un sentimiento de frustración, de ilusiones perdidas y esperanzas quebrantadas. Frágiles democracias, amenazadas por la explosión social.
Yo creo, sin embargo, que a pesar de todos nuestros males económicos y
políticos, sí tenemos algo que celebrar. La actual crisis que recorre a Latinoamérica ha demostrado la fragilidad de nuestros sistemas políticos y económicos. La mayor parte han caído estrepitosamente. Pero la crisis también reveló algo que permaneció de pie, algo de lo que no habíamos estado totalmente conscientes durante las décadas precedentes del auge económico y el fervor político. Algo que en medio de todas nuestras desgracias permaneció de pie: nuestra herencia cultural. Lo que hemos creado con la mayor alegría, la mayor gravedad y el riesgo mayor. La cultura que hemos sido capaces de crear durante los pasados quinientos años, como descendientes de indios, negros y europeos, en el Nuevo Mundo.
La crisis que nos empobreció, también puso en nuestras manos la
riqueza de la cultura, y nos obligó a damos cuenta de que no existe un solo latinoamericano, desde el Río Bravo hasta el Cabo de Hornos, que no sea un heredero legítimo de todos y cada uno de los aspectos de nuestra tradición cultural. Es esto lo que deseo explorar en este libro. Esa tradición que se extiende desde las piedras de Chichén Itzá y Macchu Picchu a las modernas influencias indígenas en la pintura y la arquitectura. Del barroco de la era colonial a la literatura contemporánea de Jorge Luis Borges y Gabriel García Márquez.
Y de la múltiple presencia europea en el hemisferio- ibérica, y a través de Iberia, mediterránea, romana, griega, y también árabe y judía- a la singular y sufriente presencia negra africana. De las cuevas de Altamira a los grafitos de Los Ángeles. Y de los primerísimos inmigrantes a