ISBN 0124-0854
N º 62 Noviembre de 2000 espectáculo.
El reto de toda filosofía es la escritura, en ella se pone a prueba la capacidad de decirse, de hacerse escuchar, de ser alimento para todos. Ella, cual esfinge, propone enigmas a todo aquel que se atreve a traspasar sus umbrales, en eso consiste su juego, en urdir trampas para el viajero desprevenido que se atreve a interrogarla sin haber clarificado primero su amor al conocimiento.
“ El cuerpo se purifica por el saber, se eleva con el esfuerzo inteligente; todos los instintos del que piensa y conoce se santifican; el alma del que se eleva se alboroza” 6.“ Valerosos, despreocupados, burlones, violentos; así nos quiere la sabiduría. Es mujer y no puede amar más que un guerrero.“ 7
Pero vencido el primer obstáculo, aún quedan pruebas por superar. El viajero que derrotó a la esfinge debe ahora enfrentar con ánimo decidido las propuestas que guarda celosamente el conocimiento. Cual caja de Pandora, la filosofía contiene todo lo bueno y malo que pueda saber el hombre, abrirla es asumir el reto de
encarar todas las vicisitudes a que puede conducimos la reflexión filosófica.
Ya se trate de una obra de arte, un ensayo filosófico, una pieza musical, una obra de teatro, un poema, por todos ellos se deslizan sigilosos los conceptos, creando y recreando la vida en un eterno ir y venir de lo trágico a lo cómico que encierra todo saber antes de llegar a ser comprendido, interpretado.
Platón, Kant, Hegel, Nietzsche, Heidegger, Gadamer … son sólo nombres para el hombre corriente, pero para quien se ha atrevido a viajar por los laberintos del lenguaje, representan todo un universo para el pensamiento humano, en el cual es posible encontrar, al final del camino, que apenas estamos empezando a descubrir que la reflexión filosófica hace parte del mundo de la vida, donde cada uno se juega a solas con su destino.
Así como el volatinero avanza por la cuerda, así el filósofo se desplaza por el mundo de la vida, deslizándose entre el silencio y el azar de su pensamiento. Por eso Nietzsche dice:
“ Me llamo a mí mismo el último filósofo, pues soy el último hombre. Nadie sino yo habla conmigo y mi voz llega como la de un moribundo. Déjame tratarte sólo una hora, voz amada, el último hálito del recuerdo de toda felicidad humana; a través de ti engaño mi soledad y me adentro en la mentira de una multiplicidad y de un amor, pues mi corazón se resiste a creer que el amor haya muerto, no soporta el estremecimiento de la más sola de las soledades y me obliga a hablar como si yo fuera dos.
¿ Te oigo todavía, voz mía? ¿ Susurras maldiciendo? Tu maldición debería hacer estallar las entrañas de este mundo, el cual, sin embargo, vive y se limita a mirarme, más brillante, más frío todavía, con sus estrellas implacables; vive tan estúpido y ciego como antes y sólo uno muere: el hombre.
¡ Y, sin embargo! Aún te oigo, voz mía. En este universo todavía muere uno fuera de mí, el último hombre: el último suspiro, tu suspiro muere conmigo, el largo ay, ay, suspirado por mí, el último de los infelices, Edipo”. 8