ISBN 0124-0854
N º 63 Diciembre de 2000
Cuando se perdió el azul
Por: Haruki Murakami
Me encontraba planchando cuando desapareció el azul. Se ensombreció, comenzó a desvanecer y después desapareció por completo. Igual que cuando se acaban las pilas de una máquina. O como se apagaría la música de una orquesta si el director cambiase de opinión y soltase su batuta en mitad de una sinfonía, y algunos instrumentos siguieran tocando algunas frases sueltas después de haber cesado la melodía, hasta que ellos mismos se desvanecieran, y dejaran tan sólo un enervante silencio.
Como en aquel momento
me encontraba planchando una camisa de rayas azules y naranjas, me di cuenta inmediatamente de que había desaparecido el azul. En un primer momento pensé, como cualquiera lo habría hecho en mi situación, que los ojos me estaban jugando una broma, que el haberme concentrado mucho en un punto había originado que mi vista hiciera cosas raras. Desenchufé la plancha y llevé la camisa a una habitación más iluminada. Me senté un rato en el sofá, con los ojos cerrados, respirando profundamente, y volví a mirar la camisa. Pero los resultados fueron los mismos. El azul había dejado de existir en aquella camisa. En cambio, tenía
rayas blancas y naranjas. Lo que había sido azul era ahora un blanco desenfocado, vacío como la memoria de alguien a quien un ladrón hubiera golpeado en la cabeza.
Permanecí atónito, mirando la camisa un buen rato, manteniéndome perfectamente quieto. Esto no ayudó a que el azul volviera. Entonces se me ocurrió mirar en el armario de mi habitación. Allí guardaba varias prendas de tela azul: camisas azules, corbatas azules, trajes azules. Siempre me había gustado el azul, en todas sus tonalidades, desde el azul cielo al azul marino; todo el mundo decía que me sentaba muy bien el azul.