Agenda Cultural UdeA - Año 1999 SEPTIEMBRE | Page 13

ISBN 0124-0854
N º 49 Septiembre de 1999 queda lugar para un cielo. Y si no ¿ qué importa? No siempre necesitamos un cielo ¿ verdad? Lo importante es que entre sus pensamientos y sus dedos sumamente activos nunca hay una brecha. Va directamente a su blanco, llenando cada centímetro de espacio, pero dejando, no obstante, aire para respirar y perfume para inhalar. En las paredes de su casa hay composiciones a lápiz que prefiero a cualquier obra de Picasso, como dije anteriormente, e inclusive a una de Paul Klee, lo que es decir más.
(…) A veces me despierto una mañana y casi antes de salir de la cama me digo:‘¡ Por Dios que hoy haré un Cézanne!’ Quiero decir que me propongo pintar uno de esos paisajes fugitivos a la aguada que a primera vista parecen no ser más que notas y sugestiones. Tras unos pocos esfuerzos dolorosos me doy cuenta de que lo que estoy haciendo no será un Cézanne, sino solamente otro Henry Miller o como queráis llamarlo. Sintiéndome desesperadamente inadecuado, pienso qué maravilloso sería que Jack estuviera presente. Me refiero a Jack Morgenrath. Hay ocasiones en que sería una verdadera bendición poder hacer algunas preguntas pertinentes a un amigo, que es a la vez un pintor experto como Jack.(…) Jack me contestó a muchas preguntas no formuladas. Me dio respuestas que resolvieron para siempre algunos de mis problemas. Yo podía pensar en la pintura, pero Jack pensaba, como hace habitualmente, en lo que hace pintura a la pintura. O, para decirlo en pocas palabras, en lo que
hace que algo sea algo. Así, al tratar de la técnica empleada en este o aquel medio, Jack me daba a entender sutil, enérgica e indisputablemente, la necesidad de pensar, respirar y actuar correctamente. Era siempre una lección gratuita la que recibía, y siempre me aprovechaba.
(…) Cada vez que Jack se despide de mí, me quedo invariablemente pensando en los chinos, los japoneses, los javaneses y los hindúes; en su sistema de vida y en el significado que han dado a la vida. Sobre todo pienso en el siempre presente elemento de arte que impregna la vida oriental. Y en su veneración, veneración no sólo por el Creador, sino también por todo lo creado, veneración de cada uno por todos los demás, por el mundo de los animales, y el mundo de las piedras y los minerales, por la capacidad y el talento, cualquiera que sea la forma en que se manifiesten.
(…) Es como cuando encuentro a Harrydick en el bosque. Está siempre inclinándose para recoger algo. A veces es sólo una hoja muerta. ¡ Mire esto! ¿ No es magnífico?, dice ¿ magnífico? Es una palabra campanuda. Miro lo que sea: lo he visto un millar de veces sin que me haya llamado la atención, pero seguramente es magnífico. En efecto, en la mano capaz y sensible de Harrydick es más que magnífico... Es fenomenal, único. Mientras caminamos-él sigue llevándolo en la mano, pues lo examinará todavía más amorosamente cuando llegue a su casa- inicia un ditirambo acerca de las cosas que se