ISBN 0124-0854
N º 45 Mayo de 1999
Hacia una nueva dinámica cultural
Ana Molina Molina. Técnica acuarela
Por: Pompilio Betancur Montoya
Uno de los rasgos que caracteriza a la especie humana y la diferencia de las demás, es su innata capacidad para adaptar el entorno a sus necesidades. Por necedad o por cordura, el hombre ha dejado su huella en cualquier lugar de la geografía que ha habitado.
Esa adaptación comienza por la búsqueda de unas condiciones apropiadas para el asentamiento del grupo, y termina en una simbolización del espacio por medio de actos que redundan en un sentido de identidad y de pertenencia. A partir de esos elementos se puede hablar de habitación de un territorio.
El espacio geográfico no siempre se delimita con cercas y con estacas; aquél no es más que el lugar productivo, que permite hablar de producción y de usufructo en el juego de la oferta y de la demanda. Cuando un grupo social vive un entorno, establece con él una relación de interdependencia que le permite relacionarlo con un hábitat en especial.
El territorio posee rasgos de identidad que se expresan en el habla, en la poética, en la danza, en el vestido en la piel, y en incontables manifestaciones. En nuestra geografía se dan múltiples manifestaciones culturales que es difícil entrar a definir desde una mirada unilateral. Por eso hablamos de regiones, como grandes conglomerados que comparten costumbres y prácticas,