ISBN 0124-0854
N º 43 Marzo de 1999 objeción de que la cultura , por su propia connotación de libertad creativa , se opone radicalmente a lo sistemático y a la exigencia fundamentación teórica y de rigor conceptual que la academia pretende desarrollar mediante procesos formativos de esta naturaleza .
Esta serie de cuestionamientos se agudiza aún más en la dispersión en cuanto a criterios y definición de curriculares y planes de estudios , que inciden para crear una mayor ambigüedad en tomo al perfil profesional del gestor cultural .
Se requiere entonces retomar , en aras de una mayor claridad , cuáles han sido los principios fundamentales que han orientado , tanto en Colombia como en el resto de países iberoamericanos , los procesos de formación gestores en pos del desarrollo cultural .
Hablar de formación en gestión cultural implica en primera instancia repensar temas como la relación entre política y cultura , superando el tradicional divorcio en ambas instancias , aportando luces sobre la concepción estatista de las políticas culturales , las cuales tradicionalmente han tenido en cuenta el patrimonio cultural oficialista ( que reverenciaba mitos partidistas o nacionalistas , incluido el folklor como expresión de autenticidad de una aparente unidad e identidad nacional ). Así mismo implica poner en cuestión las teorías desarrollistas que tanto auge tuvieron en Latinoamérica a partir de la década de los años 70 , y en las es la cultura se relegaba a un plano
decorativo . En consecuencia , la discusión sobre políticas culturales tiende a dimensionar el ámbito de lo público y lo privado , y en especial a propiciar una mayor participación social .
En el marco de la globalización se plantean las implicaciones de la difusión de las llamadas “ industrias culturales ” ( cine , video , internet , editoriales , empresas , fonográficas , etc .) sobre la resemantización del concepto cultura y la redefinición de las identidades , ya no sólo en función de una territorialidad o de un lenguaje común , sino también por la presencia de los “ consumos culturales ”.
En esta medida no es arriesgado afirmar que la formación en gestión cultural plantea implícitamente el desarrollo de un nuevo pensamiento cultural , que , más allá de su dilucidación conceptual , se dirige hacia la definición de unos campos de investigación e intervención , en lo que José Antonio Caride , desde el ámbito cercano de la animación sociocultural , propone como un nuevo campo de aplicación de las ciencias sociales . 2
Cuando especialistas en la línea de los estudios socioculturales ( Néstor García Canclini , Jesús Martín Barbero , Martín Hopenhayn , Bernardo Subercaseux ) advierten sobre las connotaciones y repercusiones socioeconómicas y políticas de algunos sectores productores de bienes y servicios culturales , se hace necesario que el gestor cultural asuma , con beneficio de