ISBN 0124-0854
N º 42 Febrero de 1999 mi corazón sintió y mi cerebro ayudó a interpretar por medio del lenguaje. Deleuze habla de ser dignos del acontecimiento, de cómo querer el acontecimiento es desprender su verdad eterna, como fuego del que se alimenta.“ Todo estaba en su sitio en los acontecimientos de mi vida antes de que yo los hiciera míos; vivirlos era encontrarme tentado de igual me a ellos, como si ellos fueran a tener de mí y solamente de mí lo mejor y más perfecto para ellos.” 2
Ser dignos del acontecimiento es asemejarnos poco a Ícaro, el de alas doradas cosidas con cera a cuerpo, que en: su intento por alcanzar el poderoso astro es lanzado al abismo; Ícaro el desobediente que asume su destino, el acontecimiento que deviene en muerte. Ícaro y su destino de fuego abrasador, que no tiene tiempo distinto al ahora que lo lanza al espacio vacío de su encuentro, que no se detiene a escuchar advertencias que pudieran distraerlo de su sino, porque quizás en esas palabras se esconde la terrible verdad que solo él puede porque solo él puede entender y corresponderatender.
Más allá de toda moral que nos enseña a vivir arrepentidos, a ser unos resentidos, está la voluntad de poder del hombre que se alza por encima de su vida, que asume con dignidad los
“ Alekos, ¿ qué significa ser un hombre?”“ Significa tener valor, tener dignidad. Significa creer en la humanidad. Significa amar sin permitir que un amor se convierta en un ancla. Y significa luchar. Y vencer. Mira, más o menos lo que dice Kipling en aquella poesía titulada `Sí`. Y para tí, ¿ qué es un hombre?” 1
acontecimientos en que deviene ser en este tiempo y hora, que no se deja embaucar por dolor y la culpa, sino que asume con perfecta armonía doloralegría, guerra-paz, vida-muerte. Aquí reside quizás la esencia del periodista, que como Ícaro vuela por encima de la noticia para transformarla en una lección de vida preservándola de odios, rencores, tergiversaciones y toda laya de facilismos que pudieran enajenar la opinión del otro y no permitirle hacer sus propios juicios, sacar sus propias conclusiones.
En Ícaro su poder, su grandeza no está en el resultado, ni siquiera en el obrar, sino en la asunción de su destino. La palabra ya no puede retenerlo y alejarlo del final. La palabra es la que lo empuja a cumplir la cita con su destino. La palabra tiene el efecto de un Dionisios que envuelve a toda costa, que no escatima en dolor alguno, pero que también ofrece su pócima de goce enloquecedor.
Mi tiempo, mi aquí y mi ahora es lo que nos dice Ícaro mientras vuela. Mi tiempo, mi acá y mi ahora es que soy, mi yo en este mundo en medio de mis acontecimientos, que esperaban por mí, que me eligieron a mí, y no a otro para encarnarse. Mi ser más allá de cualquier resentimiento que alguna herida me haya podido hacer;“ mi herida que