Agenda Cultural UdeA - Año 1999 DICIEMBRE | Page 9

ISBN 0124-0854
N º 52 Diciembre de 1999
-No debemos, Buddy. Si empezamos no pararemos. Y apenas si alcanza con esto. Para treinta pasteles.
La cocina está oscureciéndose. El crepúsculo convierte la ventana en un espejo: nuestro reflejo se muestra con la luna naciente mientras trabajamos junto a la chimenea al resplandor del fuego. Por último, cuando la luna ya está alta, arrojamos la última cáscara al fuego y, suspirando al unísono, la vemos encenderse. El carrito está vacío, la vasija llena hasta el borde.
Cenamos( bizcochos fríos, tocino, dulce de zarzamora) y discutimos sobre lo que haremos mañana. Mañana empieza la clase de trabajo que me gusta más: comprar. Cerezas y sidra, jengibre y vainilla, pasas y nueces y whisky, y, ¡ oh, tanta harina, mantequilla, tantos huevos, especias, esencias! ¡ Caramba, necesitaremos un pony para tirar del carrito hasta la casa!
Pero antes de que se puedan efectuar esas compras, está la cuestión del dinero. Ninguno de los dos lo tiene. Excepto las miserables sumas que alguna vez obtenemos de las personas de la casa( diez centavos se consideran una gran cantidad), o lo que ganamos con ciertas actividades: ventas diversas, de cubos llenos de moras cosechadas por nosotros, tarros de mermelada y jalea de manzanas y conservas de melocotón hechas en casa, flores para los entierros y las bodas. Una vez ganamos un concurso sobre fútbol nacional. No es que entendiéramos nada de fútbol. Es, simplemente, que participábamos en cualquier concurso de que tuviéramos noticias: en aquel momento nuestras esperanzas se cifraban en el gran premio de cincuenta mil dólares ofrecidos para dar nombre a una nueva marca de café( propusimos“ A. M.”; y, después de alguna vacilación pues mi amiga pensaba que acaso sería sacrílego el eslogan“ A. M. Amen”). Para decir la verdad, nuestra única empresa“ realmente” provechosa fue el Museo de Rarezas y Diversiones que organizamos en el cobertizo de un patio, dos veranos antes. Las Diversiones consistían en una linterna mágica con vistas de Washington y de Nueva York que nos prestó una parienta
Vincent van Gogh, Naturaleza muerta con cafetera, loza y frutas. 1888. Óleo sobre lienzo, 65 x 81 cms.