ISBN 0124-0854
N º 44 Abril de 1999
Del reino de este mundo
Hablo de la muchacha que tiene el rostro desfigurado por el fuego y los senos erguidos y dulces como dos ventanas con luz, del niño ciego al que su madre le describe un color inventando palabras, del beso leporino jamás dado, de las manos que no llegaron a saber que la llovizna es tibia como el cuello de un pájaro, del idiota que mira el ataúd donde será enterrado su padre. Hablo de Dios, perfecto como un círculo, y todo poderoso y justo y sabio. 1
Ahora
Porque ahora paso mi mano sobre el envés de las hojas y sé leer su alfabeto y si cierro los ojos oigo correr un río y es tu voz que despierta
porque mi cuerpo comienza ahora en ti y acaba más allá de la lluvia donde alcanzan tus brazos y el miedo acuartelado no vigila
y sé llamar las cosas de modo que éstas salten se desnuden y todo sea reciente para mis ojos que aman en tus ojos
porque en mi llanto crecen blandas plantas carnívoras y mi sangre palpita como una iguana abierta
porque ahora mi cuerpo recupera sus partes nace una piel nueva que derrota el verano porque me has enseñado a respirar 2
En el prólogo que Ramón de Zubiría hizo a la primera edición de De círculo y ceniza, es decir a la primera edición de trabajo poético de Piedad Bonnett, señaló como elemento singular, como valor característico de su poesía,“ la riqueza de las intuiciones poéticas... y la perfecta adecuación expresiva con que esas intuiciones quedan marcadas en los textos”. Y puede pensarse que tal caracterización sirve como definición de la poesía en general, en tanto se le exige una relación indisoluble entre significado y sonidos, pues en la poesía, más que en cualquier otro tipo de texto, la palabra se yergue plena y abierta a los sentidos, se instaura por sí y para sí misma, y se precisa entonces que la palabra corresponda al concepto. Más bien, habría que inventariar esas situaciones que Piedad Bonnett recupera con la palabra, no como quien salva de la destrucción del tiempo, sino como quien, justamente, atestigua su paso y, se permite a sí misma vivir, como por vez primera, lo que su palabra va contando:
“ La esencia de la poesía es precisamente la pretensión de transformar lo que inspira; el poeta es invitado a ser lo que escribe”... Blanchot 3
Y pese a los combates que libra con“ la torpe mercenaria”, con la palabra, es como si supiera que su destino es el infinito laberinto donde habita el minotauro, y sabe que
“… Su realidad de tinta la salva de la pena de la ruina el despojo las lágrimas oh brutal despiadado minotauro”. Minotauro y desnudo( Pablo Picasso) 4