Agenda Cultural UdeA - Año 1998 OCTUBRE | Page 12

ISBN 0124-0854
N º 39 Octubre de 1998

La tarea del conocimiento: una cuestión de amor

Por: CODINCE *

Todo lo que el ser humano emprenda ha de estar marcado por una invariable pasión. Ese es el secreto de los logros máximos y de las satisfacciones que entrañan nuevas búsquedas..

Dicha afirmación es aplicable desde la primera y curiosa mirada que lanzamos en la infancia a nuestro alrededor y que pretende encontrar explicaciones a lo que aparece a nuestra vista sin ninguna relación con nuestro interior.
Empezamos a ser uno frente al mundo. Uno más en la inmensa muchedumbre que crece y se multiplica como todas las formas vivas: desesperadamente, apasionadamente. Hay algo en nosotros que quiere ser eterno. Algo en la vida que busca ser eterno. Ese afán de todas las formas vivas de multiplicarse, de replicarse, de unirse y extenderse sobre la faz del planeta. Somos una especie que posee el don de la curiosidad y la intuición, poseemos el verbo, pero en nada nos diferenciamos genéticamente de los demás seres vivos. La información química almacenada en nuestras células, está codificada únicamente con cuatro letras( ACGT), agrupadas en series de a tres, sólo el número en que se replican y su orden es diferente en
cada especie. Eso nos cambia nuestro desmedido afán de superioridad a través de toda la historia.
La evolución se caracteriza fundamentalmente por las mutaciones en la información genética de las especies, las mutaciones suceden casi siempre por causa de agentes externos. Es el medio el que determina las mutaciones o cambios primordiales en el orden de las especies. En este fin de siglo se aventuran grandes mutaciones genéticas, nacidas del avance tecnológico y además fruto de él, que nos permitirán compartir nuevas formas de relación. Surgen las explicaciones, las respuestas, las creencias, reconocemos la historia, los legados, pero además somos portadores de ellos, viajan en nuestra sangre, en todo nuestro cuerpo, diminutos mundos de información codificada en milenios. Aprendemos un lenguaje, un alfabeto, un código, una visión del mundo... pero también ocurre un aprendizaje silencioso gestado desde antes, en todo ese trayecto evolutivo que nos permite andar erguidos, expresar gestos, sonidos, movimientos, sonrisas, emociones, respuestas y sentimientos, un proceso de millones de años.