ISBN 0124-0854
N º 39 Octubre de 1998 memoria genética obra, dueña de lo perdido y ancestral que construye nuestro futuro, paso a paso, donde sin damos cuenta puede estar repitiendo lo olvidado y sellando nuestro destino.
Como diría Montaigne:“ No hay nada más cierto que la incertidumbre, ni nadie más miserable y más orgulloso que el Hombre”, nos ocupamos de crear teorías o mitos, vemos conceptos parcializados sobre lo que sentimos y se divide lo espiritual de lo racional, en aras de un conocimiento. Algunas de nuestras ideologías, creencias y fanatismos llegan a desconocer a ese Ser que hay detrás de la bandera, del sermón y del puño apretado e iracundo.
Algunas veces vemos como cierta y válida la palabra por encima de la lengua que la pronuncia. Sin saberlo, la dicotomía entre razón y espiritualidad marca muchas de nuestras convicciones y la ignorancia del intelectual o del místico con respecto al otro, crea al hombre individual, aislado y competitivo.
Hablamos de amor físico, emocional y hasta divino, buscamos la“ media naranja” o el motor idealista de nuestros impulsos culturales y se llega a desconocer ese amor como especie, potencial aglutinante de nuestra colectividad. Los físicos y matemáticos, los teólogos y psicólogos de nuestro tiempo, se plantean muy raramente la cuestión de sí sus instrumentos de estudio les procuran el conocimiento de los fenómenos que estudian, sí al no
contar con el otro, pueden hallar la |
respuesta de nosotros mismos como |
especie, |
especie |
globalmente |
amenazada. |
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El cerebro humano aprehende y comprende todo fenómeno que concierne a las propiedades intrínsecas de la materia. En el dominio de lo concreto, el hombre se mueve con soltura y tiene la impresión de ser el amo. Su espiritualidad se halla bajo las cenizas del amor y es aquí donde está enfermo y en peligro. A medida que se pierde la capacidad de asombro, la sociedad se dirige a una crisis de identidad; quizá sea esto lo que motiva la actual crisis de la modernidad, no hallar equilibrio entre razón y espiritualidad.
Creer en lo incognoscible( aquello que está fuera de la percepción de los sentidos y de la razón) es reconocer la imperfección y la evolución de la especie humana, es aceptar humildemente nuestra condición, es quizá esperar un mundo mejor que no es nuestro y en el cual el espíritu existe y actúa como soberano; creer en esto podría hacer más humano al hombre y a la mujer, es buscarle al espíritu y a la conciencia moral un puesto en nuestro universo material, donde la ciencia no ha podido darles un lugar. Es ser éticos y reflexionar que primero está el ser como especie y, que nuestras diversas culturas nos hace comunes, es dar espiritualidad a la política y equilibrar nuestras contradicciones, es amar al ser humano.