Agenda Cultural UdeA - Año 1998 NOVIEMBRE | Seite 5

ISBN 0124-0854
N º 40 Noviembre de 1998 fácil y sencillo.
Del rock, como de todos los hechos folclóricos se apropia todo 2 el mundo, hasta la industria( que curioso), pero es un hecho que atrapa a pobres y a ricos, a santos ya demonios, a todos por igual, y no es porque sea de la CIA, ni satánico ni nada, sino porque surge de la necesidad del pueblo de sentir, de cantar, de vivir, y eso no tiene patria.
En Medellín el rock ha tenido los mismos enemigos y las mismas trabas que en Estados Unidos o Inglaterra; sus seguidores han sido perseguidos, los conciertos han sido“ desconectados”, la psicodelia descolorida, la libertad encerrada.
Lo que no ha tenido son los mismos amigos; en 1971 un alcalde apoyó la realización de un festival de rock en Medellín 3 y por presiones tuvo que renunciar a su cargo, desde entonces todos los intentos de rock fueron frustrados por uno u otro motivo. Se hicieron otros festivales similares en decadencia, pues todos temían apoyar. Hubo emisoras, bandas, revistas, bares e infinidad de intentos por estructurar un movimiento, que siempre fracasó ante la arremetida furiosa del Godzila- Rex-Mojigato-Paisa que no deja pelechar sino la tradición esclavista.
Es sólo a mediados de los ochenta que gracias a los mimos y berrinches de unos muchachitos que el rock en español pega en la ciudad. Poseían una emisora
juvenil que por ser prácticamente la única todos la escuchaban, y así la ciudad en general se empapó un poco del fenómeno y ese rock, aunque comercial, abre la puerta a numerosos conciertos y agrupaciones del género que fueron surgiendo en mayor cantidad que en anteriores ocasiones cuando se daba una agrupación cada dos o tres años.
Paralela a esta invasión rockera inocente, se gestaban en la ciudad otros movimientos rock más clandestinos, que alejados de las listas, de las canciones chistosas y del mercado, construían una cuasi-escena rock que le cantaba a la pobreza, a la represión y a otras muchas cosas más que hacían sentir al joven de entonces inconforme.
Pero las bombas y las balas acallaron no solamente el rock, sino también a muchos otros fenómenos culturales, pues la gente temía reunirse o hacer eventos. Fue esto a finales de los ochenta cuando la comunidad se sentía amenazada, cuando la emisora se dejó de oír y cuando el rock entra de nuevo en coma.
Se acabó la fiebre y los rockeros nos vemos obligados a consumir grupos que no son comerciales pero tampoco auténticos, pues son bandas temerosas de decir lo que piensan por miedo a no vender, esto en contraste con bandas que dicen hasta para vender pero que seguro nadie escuchará, para ellas no existe ningún apoyo. Sin embargo, es curioso cómo en un