Agenda Cultural UdeA - Año 1998 MARZO | Page 7

ISBN 0124-0854
N º 32 Marzo de 1998 virtuoso pianista con decoroso traje negro, presto a brindarle los sonidos y el dramatismo de acuerdo con lo que las situaciones requerían. En el claroscuro del cine mudo surgieron talentos visuales sin par, como Griffith y su mirada épica en sus obras sin fronteras; las situaciones insospechadas y cómicas de Chaplin y la mirada perdida de Buster Keaton, tras la saga de sonrisas y emociones que producían su presencia ya en la pantalla.
Así pues, cuando arribaron a nuestro medio los hermanos Di Dominico, se adecuaron y se construyeron los primeros teatros en el país y el trasegar de los días de los espectadores se fue impregnando de las historias y drama de la comedia italiana. Ellos mismos, sentaron las pautas para las primeras producciones que aquí se hicieron; registros documentales de eventos cotidianos y de la vida social de la época y en ocasiones proyectos de escena, labor esta que tuvo eco y continuidad en los esfuerzos de los hermanos Acevedo, primeros conciudadanos que se ocuparon en tomar una cámara para resguardar el paso de aquellos días, para contar historias que ilustraran situaciones vivenciales o momentos de nuestra inextinguible tradición dramática.
Lo que quizás no previeron en su impulso inicial los Di Dominico, es que entre el cine italiano y el local se iba a establecer un vínculo muy sutil y que en alguna medida aún prevalece. El Neorrealismo Italiano, un movimiento que vino como un viento nuevo a
oxigenar la forma de hacer cine, que hasta los años cuarenta de esta centuria prevalecía.
Sus integrantes: De Sicca, Zavvatini, Visconti, proponían algunas ideas que para nuestra cinematografía tendrían plena validez. Películas grabadas en escenarios y paisajes de la calle, con actores naturales, un retrato de la gente simple; historias sencillas de las pequeñas poblaciones; una fotografía recursiva, pero sin arabescos y ante todo las personas de carne y hueso desfilando por la pantalla con sus palabras, sus emociones, su territorio, sus angustias y sus alegrías.
En un país como Colombia, donde el Estado casi le ha propiciado indigna sepultura al universo insospechado del cine, una eventual puerta de salida para esfuerzos alternativos sería estas producciones de relativas limitaciones económicas, pero que se configuran en retos para sondear el mundo expresivo. La nación italiana y la nuestra, se compaginan en su diversidad de regiones como talentos, en variedad de paisajes y lugares, en los tipos humanos, en esos espacios donde a veces conviven las góndolas en ciudades centenarias, los poblados ribereño s y los vinos; las canciones y las palabras de una comunidad; así como en nuestro medio el páramo y las montañas dan cuenta de sus paisajes e historias, y la ciudad costanera y el buque de vapor abandonado nos ilustran el paso del tiempo; de ese tiempo remoto y cercano en el que arribaron a nuestro país con su equipaje de imágenes los hermanos Di Dominico