ISBN 0124-0854
N º 36 Julio de 1998 individuos; también son la forma grotesca, quizás, de enfrentarse a un mundo desconocido, déspota, tierno; es la ruptura con las cosas que se obstinan en permanecer; es el danzar con una pita y un trompo sin importar el tiempo y el espacio, el patrón o la norma; es bailar con la ronda; es romper el puente y volverlo a armar; es sentirse negro, pájaro o pez; es volverse un repollo, una perdiz, un rey, una princesa; es compartir con la naturaleza su dulce canto.
El juego, como lo fue en un tiempo para los negros, los indios, los mulatos, expresión de libertad y rebeldía, ha llegado hasta nuestros días y se ha manifestado en las veredas, en el pueblo, en los barrios, en las ciudades; lo han hecho sin importar la edad del practicante, el sexo, el color. También lo ha hecho para diferenciar al negro del blanco, al rico del pobre, al día de la noche, todo ello ha sido posible porque el juego ha tenido alas que le han permitido volar, y ha habido vientos que han empujado su vuelo.
Qué pasa con los juegos tradicionales
Los cambios políticos, sociales y económicos han trastocado las condiciones de vida de la humanidad. Se han transformado el campo, las ciudades, los barrios, las esquinas. En el caso de Medellín se notan profundos cambios en lo que tiene que ver con las relaciones sociales, la riqueza material, las costumbres, y con ello la práctica de los juegos tradicionales. Hace una o dos décadas atrás había barrios de puertas abiertas, donde no era raro encontrarse con el saludo amable de los habitantes con el juego de los niños en las calles, quienes se divertían con las bolas, los bates, las pelotas, las cuerdas, el yeimi. Los bates han sido reemplazados por trabucas, las bolas por balas y otros artefactos bélicos que han robado la paz y la tranquilidad de diferentes lugares de la ciudad.
Consecuencias de la desaparición paulatina de los juegos tradicionales
Hace algunos años había mayores niveles de convivencia, de“ tolerancia”, de solidaridad, de respeto. El juego era una de las formas que permitía la expresión de estos elementos de manera más cristalina; cuadras enteras unidas alrededor de la novena de aguinaldos, del partido de fútbol, de las golosas comunales. Muchos de los valores culturales eran transmitidos de generación en generación a través del juego tradicional, como agente aglutinante de personas y de afectos.
Las transformaciones sociales han conducido a que los niños sean cada vez menos niños y comiencen más rápidamente a asumir roles de adultos. Se han dado cambios acelerados que dejan al adulto cada vez más desprovisto de alternativas. Cambios, en la mayoría de los casos, lesivos a su integridad personal, familiar y social. La delincuencia, el sicariato, la drogadicción, la corrupción, la violencia son el plato fuerte de cada día.
No es gratuito que los juegos tradicionales hayan cambiado su expresión, que hayan adoptado una nueva imagen. No es a través de ellos como podremos interpretar la sociedad cabalmente, pero tampoco es posible desconocerlos en un análisis acertado sobre ella.
Acudo a las palabras de Estanislao Zuleta que decía que la cultura hay que creada:“ Para que pueda ser el pueblo creador de la cultura, es necesario que tenga una vida común. Cuando se dispersa, se atomiza, cuando cada uno vive su miseria en su propio rincón, sin colaboración, sin una empresa y sin un trabajo común, entonces pierde la posibilidad de crear cultura. Ahora puede que la reciba por medio del