Agenda Cultural UdeA - Año 1998 AGOSTO | Page 14

ISBN 0124-0854
N º 37 Agosto de 1998
Fotografía Pablo Guerrero

La pasión se roba el alma de un artista intentando contar historias que nadie comprende

FRANCISCO VALDERRAMA 1928-1989
Liliana María Hernández O.*

Fue el paisaje urbano y rural, acaso las voluptuosas carnes negras en el candente olvido del trópico las llamadas a centrar su atención; estos lugares que nombro atestiguan una historia desprovista de fronteras.

Así, la pasión como equipaje de la vida le concedió a su quehacer artístico la capacidad de transformar la aventura en realidades plásticas, tras invocar la musa de la creación.
En la obra del maestro Valderrama, lo auténtico proviene de la multiplicidad de géneros y técnicas artísticas utilizadas que, sin pretensión pero con absoluta seguridad y destreza, le confiere a los temas regionales un carácter universal. Algo así como un
canal facilitador, en el cual la obra permite lecturas espontáneas y populares o juicios de valor más encumbrados en los terrenos del arte. Es aquí donde radica la exquisitez de su obra.
El término universal puede resultar cansado. Tal vez por la manera indiscriminada de comprometerlo a soportar el bagaje histórico de infinitas formas de hacer arte. Sin embargo, estados como la melancolía o esencias como la sensualidad son inherentes a la condición humana, referenciada en sus cuadros, allí donde los negros, mulatos y personajes ordinarios de la vida no actúan en el plano, más bien son la realidad misma hecha pintura, espectro cromático materializado en volutas y yuxtapuestas pinceladas que rinden homenaje al fenómeno divino de la luz.