ISBN 0124-0854
N º 102 Agosto 2004
Leyenda
de cuatro ciudades
Por Jesús Torbado
Las tres ciudades del norte de la India que constituyen el Triángulo de Oro despliegan ante la mirada del viajero los símbolos de un país que parece detenido en el tiempo, al igual que Varanasi, inquietante y santa.
En el norte de la India cada experiencia, sonido y olor proclaman que se encuentra en un lugar mágico. Delhi, recipiente inagotable del tiempo y del espacio donde se amontonan la historia y el arte, es la ciudad donde se creó la belleza en perfecto desorden. Agra, con sus fastuosos palacios, conserva el esplendor casi intacto de la dinastía mongol, siendo la meca de todo viajero que se interne en el subcontinente indio y el lugar donde el amor por una mujer creó el Taj Mahal. Jaipur, la inolvidable ciudad rosa. Y Varanasi, la ciudad santa más antigua del mundo, refugio de peregrinos que oran en las escalinatas del Ganges, de mujeres que se bañan con saris de colores y niños de brillantes sonrisas y ojos oscuros.
Delhi
Si de repente despierta el viajero sobre la sucia yerba de Connaught Place, que tal vez es la plaza circular más grande del mundo, entre centenares de individuos que se han
tumbado allí a pasar la noche porque no poseían albergue mejor; si se despierta y mira a su alrededor llegará a la conclusión de que ha visto no sólo Nueva Delhi, sino la India toda. Mas pongamos que, insatisfecho, se desplace luego al arranque de la calle Chandni Chowk, junto al Fuerte Rojo, y que desde allí huela la vida: llegará a pensar que ha visto el mundo entero. Pero, como acaba de aterrizar en el país más insólito, caótico, rico y fulgurante del planeta, el asombro empieza en ese instante. Nueva Delhi, escaparate, quintaesencia de la India, alberga a diez millones de habitantes y es hoy el nombre colectivo de siete antiguas ciudades agrupadas por los ingleses y nombradas capital de aquellas posesiones en 1911, sucesora de Calcuta. Así que es natural