ISBN 0124-0854
N º 120 Abril de 2006
Aurelio Arturo, las sílabas lentas
Por Juan Manuel Roca
Con Aurelio Arturo no comienza ni termina una escuela poética, no hay el desmán vanguardista ni el deseo de deslumbramiento, no hay ni en su vida ni en su obra ninguna suerte de exotismo.
¿ Qué es, entonces, lo que causa embeleso o ensoñación en su poética, qué misterio se nos revela al contacto con su palabra hecha de esencias, cuál es esa música antes de él inaudible en la poesía colombiana que nos hace partícipes de un mundo de desnudez adánica? ¿ Cómo ubicar esa ficha que no encaja— aunque se asomen a él ciertos ritmos de José Asunción Silva y de Porfirio Barba Jacob— en el mapa de nuestra poesía?
Uno de los temas dominantes en Aurelio Arturo, el de la infancia, es preservado por el
poeta nariñense más allá de las contingencias y los avatares de una vida más o menos desvaída, más o menos sin el brillo de grandes aventuras. Siempre que leo a Arturo recuerdo la sentencia del escultor vasco Oteiza, quien decía que la genialidad es una mezcla de intuición y descontento. La intuición que procede a favor del misterio de su poesía quizá le brote de ese territorio mítico de la infancia. En cuanto a su descontento, baste con señalar esa manera insular como el poeta toma distancia de la estética imperante al momento de publicar sus primeros poemas en 1930, en medio de la generación de Los Nuevos y el despunte de la generación de Piedra y Cielo.
Aurelio Arturo bebe en la evocación, más que en la nostalgia, pues ese sentimiento rebasa la quejumbre, la idea de un doloroso ayer perdido. Parece saber que el entierro