Conociendo en su recorrido como presidente a
tantas iglesias de extremo a extremo de nuestro
país, en su opinión ¿cuál es nuestra mayor virtud
como obra, y qué aspectos debemos reforzar
con la ayuda de Dios?
La esperanza. Aún quedan dentro de nuestra
obra hombres y mujeres soñadores. Aún quedan
aquellos que siguen dando lo mejor de sí, para
que el Reino de Dios se haga realidad donde es-
tán sirviendo. Tenemos una generación de niños
y adolescentes que están más interesados en
abrazar causas para la gloria de Dios, que per-
derse en discusiones de largo aliento que no nos
edifican, ni nos bendicen. Recién acabo de
acompañar a los jóvenes en su congreso en
Osorno, la manera como desarrollaron sus dos
periodos administrativos, sólo diré que exaltaron
al Señor por sus decisiones y acuerdos y la ma-
nera en cómo respetaron y honraron sus lideraz-
gos salientes, fue notable. Digno de imitar.
Si algo hay que reforzar me parece que ne-
cesitamos más pastores y líderes presentes en
las actividades juveniles, de niñez y adolescen-
cia, en los encuentros de mujeres y varones. No
podemos exigir cambios en la obra si no estamos
dispuestos a marcar presencia con nuestras vi-
das donde están sucediendo cosas que están
honrando al Señor. Necesitamos reencantarnos
con el trabajo regional y nacional como pastores.
No podemos ser críticos de la obra regional y na-
cional si no estamos presentes, si no somos ca-
paces de aportar de manera significativa en el
programa cooperativo, ofrendas de misiones, etc.
Sólo exigimos nuestros derechos como bautis-
tas, pero no estamos dispuestos a asumir nues-
tras responsabilidades. Necesitamos volver a
abrazar causas como lo hacen los adolescentes,
en especial, involucrarnos en la obra bautista en
el país y en América Latina. Tenemos el poder y
la capacidad de marcar diferencias notables, pe-
ro para eso necesitamos dejar de ser tan indivi-
dualistas y pensar y soñar como obra nacional.
¿Qué aprendizaje se lleva de esta experien-
cia?
Un conocimiento mayor de quienes somos
como obra bautista en el país y en el exterior. La
capacidad que tenemos como denominación de
influir para que ocurran buenas cosas que glorifi-
quen al Señor a todo nivel.
¿Qué extrañará de este tiempo que finaliza?
El contacto con las iglesias y la posibilidad
de generar ayuda y procesos de transformación
en las realidades que día a día les toca vivir. La
riqueza de nuestra gente en las congregaciones
es tan diversa y hermosa y muchas de sus ex-
periencias, al ser escuchadas, son casi intrans-
feribles y que se viven en esta experiencia de
ser presidente y estar al lado de nuestros her-
manos. Quiero compartir un testimonio que ilus-
tra lo que digo. Hace algunos años atrás estuvi-
mos con mi esposa y Mery Sepúlveda en Collín
Alto. Los hermanos tenían un proyecto misione-
ro-social de plantar papas en una hectárea de
suelo facilitado por un hermano. El desafío era
que, de la cosecha, el 90% de lo producido se-
ría su ofrenda misionera al Señor y quienes tra-
bajaban en el proyecto sólo dejarían para ellos
el 10%. El desafío era comprar un furgón para
emergencias donde se trasladaría a los vecinos
que necesitarán atención médica en Temuco y
que por lo lejos de la ciudad era poco probable
la llegada de alguna ambulancia. Estos empren-
dimientos misioneros en las grandes ciudades
ya casi se han perdido, sin embargo, en las zo-
nas rurales, la vocación misionera, el compromi-
so con el Señor de la obra está vivo y activo,
cuanto más en medio de iglesias bautistas eco-
nómicamente pobres, pero con una riqueza de
espíritu sorprendente.