A la hora de escribir y tratar de transmitir lo que se siente al conducir un coche, siempre me pregunto lo mismo: ¿datos y sensaciones? ¿o cuento una historia? Tratándose de un coche muy particular, en esta ocasión me decido por la segunda opción… aunque con datos y sensaciones incluídas.
Corría el año 1991 cuando Porsche publicó el dossier de prensa de su nueva criatura enfocada a los clientes más competitivos: el 911 RS. Era un nuevo RS tras el legendario cola de pato del 73 y las fotos del aquel 964 bajito de color Maritime Blue que sirvieron de propaganda, me enamoraron. Ávido de saber más, no dejé de comprar toda revista nacional o extranjera en el que aparecieran referencias de aquella nueva criatura. Era algo especial, con una vida efímera comercialmente hablando y que llevaba el concepto de coche de carreras a la calle. Para un chalado por la gasolina en general y por los Porsche en particular, como yo, el ver que mi fabricante favorito, se desprendía de cualquier compromiso para crear un coche incómodo, inútil, pero tremendamente efectivo, me entusiasmó.
Unos cuantos años después, en 2003, el virus RS se activó en mi organismo y empecé a buscar ese coche que tanto me había impactado, para que viviera en mi garaje. Además, en aquella época empezaba a aficionarme a los trackdays y nada mejor que un RS para vivirlo “en su más pura forma”. Así que empecé a localizar lo que había por Europa hasta que apareció un coche que me llamó mucho la atención: un RS, de color rojo, con baquets rojos y solo 5000 kilómetros… lo vendían, a la vez, un Centro Porsche Alemán y un conocido preparador de Porsche, claro síntoma de una comisión de venta o sea, alguien deseoso de quitárselo de encima. Tras los oportunos mails y conversaciones telefónicas, entendí que ese coche, era el llamado a compartir conmigo grandes aventuras futuras.
Encargué a un amigo (gran conocedor y coleccionista de Porsche) que vive en el país de la cerveza, que fuera a verlo y su llamada de vuelta fue más que esclarecedora: “si no te lo quedas tú, me lo quedo yo”. No tardé ni dos horas en pagar la señal y reservarlo para ir a buscarlo unas semanas más adelante.