La calle de los Pescadores , con el tiempo pasó a llamarse Numa Pompillo Llona .
Los últimos vahos de los muchines de yuca con miel , se esparcían por la calle empedrada con un ancho justo para que pasen dos carretas .
El farolero apagaba también los últimos faroles , alimentados con aceite de ballena y mechitas de algodón .
La hija del carretero desataba sus trenzas hermosas para lavar su pelo con agua de romero y manzanilla , en una pequeña lavacara de madera . No se sabía qué hora era exactamente , pero ya la luna estaba alta . Cumplido los rituales y los últimos rezos , la linda muchacha había cerrado sus ojos en un dormir de sueños .
El río solitario sonreía también , en un sueño profundo , entre las islas del golfo .
Ella soñaba con el apuesto palafrenero , que engarzaba las monturas de los caballos mansos .
El sonido de una tenue garúa caía sobre los tejados , las flores y las hojas , con un eco de danza al compás del corto aguacero , mientras el palafrenero , sentado en el incipiente Fortín de la Planchada , guitarreaba su canción de amor .
En lo alto la luna , enamorada se estremecía con ese canto y se sonrojaba también de amor . Mientras la guitarra sonaba , toda una melodía de palabras se iba adivinando entre los labios semidormidos , de la niña enamorada .
38