65LA CIUDAD DE LAS CASAS DE MADERA_1 | Página 21

Un domingo de invierno de mil seis cientos cincuenta y tanto en Guayaquil .
Una caravana de cocoteros y mangos parecían desfilar por la orilla .
Desde las canoas era una ilusión en donde alternadamente daba la impresión que las aguas estaban quietas y los árboles avanzaban .
Recostado en las faldas del cerrito verde , el corregimiento de Guayaquil despertaba envuelto en la neblina del invierno y los rayos que despuntaban el alba .
La lluvia viene con fuerza y luego sale el sol en su esplendor de una mañana soleada y cordial .
En realidad , el sol siempre está ; son las nubes las que lo ocultan .
Incluso en las noches el sol siempre está . Es el movimiento de rotación de la tierra , el que orienta los hemisferios hacia otro lado ...
El sol está siempre como la vida infinita , como la felicidad que es el estado natural del ser humano , aunque a veces la oculta la tristeza y los conflictos …
Los hidalgos y menestrales despiertan y todo el puerto se despereza tibiamente . Guayaquil era una villa de no más de 1000 habitantes regida por un alcalde ordinario .
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