San Francisco que caracterizaba alguna lluvia de agosto . Entonces con los vientos de agosto , los niños elevaban sus cometas tratando de encontrarse con los cielos .
¡ Quién en las épocas de antaño no elevó cometas …!
El crepúsculo junto al río se va convirtiendo en noche y la calle se duerme dulcemente caminando por la calle de la Orilla , se pasaba delante de la Casa Consistorial que tenía una torre , donde alguna vez estuvo el reloj que trajeron los Jesuitas .
En realidad , los Jesuitas ocupaban la casa de las temporalidades , ubicada en las actuales calles Pichincha y Ballén , en el emplazamiento del Centro Park .
Cuenta la historia , que allí existió una capilla muy suntuosa y hermosa , que fue abandonada cuando fueron expulsados , por celos de otras Órdenes de la misma Iglesia . Desde allí un campanero marcaba las horas de la ciudad , hasta que en su traslado el reloj se cayó y como era el único reloj que había , la ciudad se quedó por un tiempo sin tiempo …
Caminar por la calle también era una experiencia de silencio , en esos días de octubre de 1820 .
Sus puentecitos de maderas sobre los esteros que se desprendían desde el río tierra adentro , recreaban un paisaje de cuento y naturaleza …
Diego Noboa , óleo en el Museo Municipal de
Guayaquil
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